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«La meditación, herramienta de creatividad» | Por Alicia Basos

«La meditación, herramienta de creatividad» | Por Alicia Basos

Más allá del pensamiento, las imágenes, palabras y sensaciones, existe un yo que las produce. Ese yo silencioso nos es esquivo, casi siempre oculto tras sus productos que nos impiden conocerlo. Somos en general, un manojo de emociones, un río de pensamiento o un conjunto de sensaciones que nos atraviesan. Entonces, ¿Cómo conocer a ese yo misterioso que en realidad somos?

Desde tiempos inmemoriales el ser humano se ha preguntado: ¿Quién soy?

No soy lo que hago (escribo, enseño, actúo, limpio, camino…) No soy mi rol

(escritora, maestra, actriz, mucama, deportista…) No soy mis acciones ni mis pensamientos, sino quien los produce.

¿Entonces? ¿Dónde puedo hallarme a mí mismo?

La meditación, en todas sus formas, pretende dar una respuesta a semejante dilema.

Pero ¿qué es exactamente la meditación? Todos oímos hablar de ella en algún momento, sin embargo, es algo que sólo se llega a conocer cuando se practica.

Existen innumerables formas de meditar:  la repetición de un mantra o una plegaria,

el movimiento rítmico, una danza o la quietud, la atención plena, el manejo de la respiración. Todas tienen un mismo fin: trascender los pensamientos para llegar al pensador.

Cuando logramos llegar al pensador, al testigo silencioso, logramos no sólo ponernos en contacto con quienes somos en realidad, sino que nos sumergimos en la fuente creadora de nuestra existencia ya que todo lo demás parte de allí: rol, pensamientos, acciones…y la creatividad.

Curiosamente, la creatividad no surge de las elucubraciones superficiales de la mente sino de ese yo profundo que busca expresarse.

Me permito citar a Juan Ramón Giménez que en su magnífica comprensión de sí mismo escribió:

                                               Yo no soy yo  

                                                   soy este

                                    que va a mi lado sin yo verlo,

                                         que, a veces, voy a ver,

                                          y que , a veces olvido.

                                   El que calla sereno cuando hablo,

                                   el que perdona dulce cuando odio,

                                   el que pasea por donde no estoy,

                                   el que quedará en pie cuando

                                                   yo muera.


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