La conspiranoia | Por Enrico María Rende

Que se diga que tal o cual reportero o investigador siguió un método científico en su investigación, no quiere decir que se trate de ciencia. No es lo mismo seguir un método científico que hacer ciencia. Hacer ciencia es que varios científicos pongan a prueba una teoría y solo cuando todos ellos, siguiendo métodos científicos, comprueban la teoría, se la podrá considerar científica. La ciencia se hace por medio de muchos científicos contrastando las pruebas y no por uno lanzando ideas y aportando pruebas. Las teorías científicas no son opiniones de un científico sino el fruto, el resultado de ese contrastar pruebas. Y así la teoría de la evolución de Darwin o la teoría de la relatividad de Einstein, no son teorías científicas porque las pensaran unos científicos. Son teorías científicas porque han sido puestas a prueba por los demás científicos del mundo y han podido ser verificadas como ciertas y verdaderas. Y las teorías científicas se convierten, pues, en leyes. Sí, leyes científicas. Así, la Ley de la gravitación universal o la Ley de la conservación de la materia. Por tanto, todas las demás, como las teorías de conspiraciones, no serán nunca teorías científicas. Y para no llevarnos a confusión, voy a llamar a estas teorías conspiratorias propuestas y no teorías –quiero evitar la confusión de términos.
Lo primero que delata a estas propuestas es que suelen advertirnos de que no se trata de una teoría conspiratoria. Es como si un científico en sus publicaciones advirtiese de que lo que está publicando es científico y no una mentira. Un antiguo dicho medieval clama: Excusatio non petita, accusatio manifesta, o como se dice en Italia, chi é in difetto é in sospetto.
Lo segundo es que siempre dicen avalar sus tesis sobre datos y hechos, pruebas que sólo ellos han rescatado. Se trata de pruebas que se le han escapado al resto del mundo, menos a ellos. Y, casi siempre, son datos secretos que los que conspiran no quieren que tengamos. Por tanto, aquí se da una doble cuestión: por un lado, ¿cómo es que existen esos datos si los que conspiran no quieren que se conozcan? Con lo fácil que es borrar una foto o quemar un documento. Y, por otro lado, ¿cómo es que los investigadores son siempre más hábiles que los que conspiran y consiguen sacar sus secretos a la luz? ¿No se supone que los grupos conspiradores son los más poderosos, inteligentes y hábiles de la humanidad? Hay un cuento de la Antigua China que pone de manifiesto esta paradoja de la información: en el mercado un vendedor anuncia que tiene la lanza forjada por los dioses, que nada hay que no pueda atravesar; y acto seguido, presenta el escudo de los dioses, que nada hay que lo atraviese. Se le acerca una mujer y le pregunta: ¿qué pasaría si lanzásemos la lanza contra el escudo? El comerciante, avergonzado, tuvo que abandonar el mercado.
Lo tercero es el sesgo de los datos y los hechos. Esto quiere decir que solo usan los datos que les convienen y despreciarán o incluso negarán la existencia de los datos que no les convienen.
El cuarto componente de toda propuesta conspiranoica es que siempre crean un enfrentamiento entre dos bandos. Aliados con el fenómeno de la heurística de disponibilidad, crean peligroso inminentes que separan a toda la humanidad en dos bandos, el de los ocultos poderosos y el resto del mundo. Así, en estas propuestas se produce la dicotomía del ellos frente a nosotros. Pero para que un nosotros sea posible tiene que haber, en primer lugar, una homogeneidad, y, en segundo lugar, esta homogeneidad debe compartir intereses, de lo contrario, no puede existir un ellos que vaya en contra de los intereses del mundo. Sobre decir que la humanidad está dividida en cientos de países, miles de religiones y mil millones de intereses diferentes entre sí.
En quinto lugar, sus razonamientos son siempre circulares y que, por tanto, no se sostienen sobre datos sino sobre sus propios razonamientos. Los datos, para ellos, vienen después. Y sus razonamientos son así: Ellos han hecho A, B y C, que son malos para nosotros. Y cuando se les pregunta cómo sabemos que ellos han hecho A, B y C, la respuesta será: porque aquí están A, B y C. Y cuando les preguntemos ¿cómo sabemos que ellos existen? Nos contestarán: porque aquí están A, B y C. Este tipo de razonamiento circular es muy propio de las superstición. De hecho, las propuestas conspiranoides son una nueva forma de superstición; son la magia del siglo XXI.
Lo sexto son las contradicciones. Una de las principales características de estas propuestas es que se contradicen en sus propios términos como, por ejemplo, cuando dicen que una civilización antigua tenía una tecnología super desarrollada, pero luego sus construcciones son de piedra adintelada (quiere decir que ni siquiera conocían el arco o la bóveda todavía). Otra forma de contradicción es cuando insisten en que los científicos ocultan información, pero luego nos dan esa misma información sin explicarnos cómo la han obtenido.
La séptima es la falta de sentido. El principal soporte de todas ellas es el secretismo. Si no hay secreto, no hay conspiración. La primera y principal de las preguntas que habría que hacerse es: ¿por qué querrían mantenerlo en secreto, sea lo que sea lo que quiera que estén haciendo, siendo tan poderosos como son? Y, en segundo lugar, si lo mantienen en secreto, ¿cómo es que las pruebas son siempre documentos oficiales, escenas de estado, reuniones fotografiadas o televisadas, y frases delatoras dichas por representantes políticos?
La octava fuente para desmentir a tanto charlatán es, sencillamente, la de aplicar el sentido común. En el supuesto enfrentamiento distópico del ellos frente al nosotros la situación no es como la de una guerra mundial z o una lucha contra los Walking Dead en la que están claras las diferencias de intereses. En un mundo en el que ellos y nosotros compartimos el sistema de mercado, ellos dependen más de nosotros que nosotros de ellos. Por tanto, cualquier idea que proponga una intención de dañar de algún modo al grupo nosotros es absolutamente ridícula puesto que ello supondría una repercusión negativa en el grupo ellos. Las elites gobernantes los son por la masa de pobres que hay, y que los ricos, para ser ricos, y hacerse cada vez más ricos, necesitan de la masa de gentes trabajadoras y más pobres. ¿Quiénes les dan sus riquezas a esas familias si no los miles de millones de compradores y consumidores? ¿Acaso Bill Gates se habría hecho multimillonario y seguiría siéndolo de no ser por los miles de millones de usuarios de Windows? ¿Y Zuckerman? ¿Acaso él sería rico y poderoso si no fuera por los millones de usuarios de Facebook? O J. K. Rowling, ¿sería ella rica si no fuera por los más de 400 millones de libros vendidos? El concepto mismo de la supuesta conspiración contra el mundo pobre o menos rico es absurdo, estúpido y hasta ridículo. Como ha calculado Furman, en Asia, las fábricas, producen al año cientos de miles de millones de productos que suben en los buques de carga para llevarlos al comercio minorista europeo y americano donde se venden a las clases sociales menos pudientes, menos ricas, produciendo miles de millones de dólares de beneficios para los más ricos -y si no, que se lo pregunten a Jack Ma.
En noveno lugar, tenemos el fenómeno de la descontextualización de la información. Este es, tal vez, el pilar principal sobre el que se apoyan todas las propuestas conspiranoicas. El corta y pega de la información, el sacar de contexto los datos, produce infoxicación, es la fuente misma de la desinformación que sufren tantos miles de millones hoy en día. Pondré un ejemplo: La Asociación Británica de Homeopatía decía tener pruebas científicas de que sus productos funcionaban. Pero no era cierto. Los estudios científicos decían que: “Existe alguna evidencia de que los tratamientos homeopáticos son más efectivos que el placebo, sin embargo, la fuerza de esta evidencia es baja debido a la poca calidad de los ensayos”. Pero ellos, los de la asociación, eliminaron la última parte de la frase, y así engañaron al gobierno y a sus votantes.
Y, por último, la forma para contestar a las propuestas conspiranoicas es la navaja de Okham. Lo que hace que los planteamientos conspiranoicos sean tan alucinantes, y se propaguen con tanto entusiasmo es que explican las cosas. Pero la cuestión no es si explican las cosas o no, sino si hay otra forma de explicar las cosas sin necesidad de conspiraciones. El planteamiento más sencillo es casi siempre el acertado.
Este tipo de reportajes y sus autores son una amenaza para la sociedad. Son una amenaza para los más desprotegidos y hay que acabar con ellos. La página maldita.es había desmentido la friolera de 359 bulos sobre el coronavirus en los 40 primeros días del estado de alarma. ¡359! Son 8 bulos al día. Podemos imaginarnos el grado de infoxicación al que nos están sometiendo. La libertad de expresión no debería vulnerar la veracidad de los datos. En mi opinión, la difusión de propuestas conspiranoicas debería contemplarse como la difusión de bulos y por tanto considerar que puedan estar incurriendo en delitos de odio y contra la integridad moral, así como en delitos contra la salud pública, las estafas y el intrusismo. Pero de momento, dependerá de nosotros y de nuestra capacidad de juicio.
Por eso, nunca insistiré lo suficiente en la importancia de una buena divulgación del conocimiento. Y a este respecto, quiero terminar con dos citas de Steven Pinker que vienen como anillo al dedo:
«Con nuestra comprensión del mundo promovida por la ciencia y nuestro círculo de compasión expandido mediante la razón y el cosmopolitismo, la humanidad puede progresar en términos intelectuales y morales».
«Pese a todos los defectos de la naturaleza humana, esta contiene las semillas de su propio perfeccionamiento, siempre y cuando proponga normas e instituciones que canalicen los intereses particulares hacia los beneficios universales».
Puedes seguir al autor en Twitter: @Rendenrico
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