La Catrina: Símbolo de Dualidad | Por Lourdes Justo Adán
En muchas culturas del mundo, recordar y honrar a nuestros antepasados es una práctica común. En España se le dedican dos días: El 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, una festividad cristiana dedicada a los santos y a los difuntos que, tras superar el purgatorio, gozan del reino de los cielos, y el 2 de noviembre, Día de los Difuntos, que recuerda a todos los seres queridos que han fallecido. En estos días, es común visitar los cementerios para llevarles flores y rezar por sus almas.
Pero existe un país, muy especial para mí, que festeja con gran entusiasmo el Día de Muertos. Durante el mes de octubre y hasta el 2 de noviembre, todo México se vuelca en esta festividad, que tiene más de 500 años de historia. Su origen debe buscarse en la unión de tradiciones de la cultura prehispánica con la católica. Esta celebración ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Tienen una figura icónica asociada al Día de Muertos: La Catrina. Es una calavera, que a menudo lleva un colorido sombrero adornado con flores y plumas de avestruz, sin ropa (como esqueleto) o vestida de alta sociedad. Vamos a ver la historia y el significado de este elegante personaje.
En el siglo XIX, México estaba sumido en un panorama de inestabilidad económica y política, así como de profunda desigualdad social. La forma más común de denuncia pública era el uso de imágenes de esqueletos ironizando sobre la situación del país.
José Guadalupe Posada (1852-1913) fue un ilustrador y caricaturista nacido en Aguascalientes. Él creó a La Calavera Garbancera. El término Garbancera se refería a las personas que dejaban de vender maíz para vender garbanzo. Dicho de otro modo, a quienes teniendo sangre indígena renegaban de su propia raza, herencia y cultura para comportarse y vestirse al estilo europeo, creyendo aparentar mayor glamour.
Esta figura fue popularizada posteriormente por Diego Rivera en su mural “Sueño de una tarde dominical en la alameda central” (1947), que es cuando La calavera garbancera fue rebautizada como La Catrina. En él aparecen personajes ilustres, incluido él mismo siendo niño, tomándola de la mano mientras da un paseo por la Alameda Central, un centro de reunión dominical para la burguesía mexicana de la época. Diego Rivera quiso plasmar las diferencias entre las dos ideologías y sistemas económicos que definieron el siglo XX mexicano: el capitalismo y el socialismo.
Si nos fijamos, Posada falleció en 1913, mucho antes de que Diego Rivera pintara su famoso mural. Por consiguiente, el ilustrador no llegó a ver el impacto cultural y la popularidad que su creación alcanzaría en las décadas siguientes.
Su estampa ha sido exportada a todo el mundo convirtiéndose en el símbolo por excelencia del Día de Muertos en México, si bien, no es el único elemento representativo que acompaña esta fecha. Y es que este país está lleno de tradiciones y elementos alegóricos. Además de los platillos típicos (mole, tamales, dulce de calabaza, calaveritas de azúcar y pan de muerto), son comunes los tradicionales altares de muertos, ataviados con mantel, velas, incienso, flores, papel picado, ofrendas de alimentos y bebidas, fotos, artesanía, etc. Están dedicados a honrar la memoria de los antepasados.
Pero la cosa no queda ahí. Vinculada a estas fechas, existe una tradición literaria que no puede pasar desapercibida. Son las llamadas calaveras literarias, un tipo de poemas satíricos breves originarios del siglo XIX. Podían leerse en publicaciones periódicas y otra literatura callejera. Su función era criticar a figuras nobles y políticas, razón por la cual a menudo eran censuradas. La mayoría de ellos iban acompañados con grabados y dibujos.
Se escriben para reírse tanto de los vivos como de los muertos y reflejan el espíritu festivo del mexicano frente al hecho de morir.
Las reglas de las calaveras literarias son flexibles. Están compuestas en verso, rima consonante o asonante y estrofas, normalmente, de cuatro versos cada una. La mayoría son cortas, pero también existen largas. Llevan título alusivo. Las calaveritas literarias infantiles gozan de mucho éxito.
El sujeto elegido suele ser una figura famosa, un amigo, un pariente, una profesión… Se plantea un encuentro cómico con la personificación de la parca y esta se lo lleva.
Para hacer una calavera literaria, solo hay que elegir al personaje, imaginar una situación chistosa, redactarla y pegarlas sobre papel picado o decorado. Por ejemplo:
Calaverita a un conductor.
Don Conductor una fría noche
con doña Muerte se encontró.
Él le ofreció un paseo en coche,
pero ella de un susto se lo llevó.
Como reflexión final, esta damasurgió como una burla a la vanidad de la clase alta mexicana de aquel entonces, pero su significado va más allá. Simboliza la idea de que tarde o temprano, todos nosotros nos enfrentaremos a la nuestra partida, independientemente de la riqueza, status, posesiones materiales, belleza u otras diferencias superficiales.
Como vemos, mientras en muchas culturas la muerte se ve como un momento temido, en México, forma parte intrínseca de la existencia. Así que, en lugar de temerla y llorar tanto por la pérdida de los que se fueron, la cultura mexicana la abraza como parte de la realidad humana.
La Catrina desafía ese miedo. Hace de nuestra partida una celebración por la que todos pasaremos, lo que no implica nuestra desaparición total. Al contrario, nos mantendremos vivos en la memoria de nuestros descendientes. Por ese motivo, procuraremos que nuestro legado perdure en sus corazones y recuerdos.
Vemos pues cómo nuestra protagonista, cuya imagen se ha utilizado frívolamente en diversas formas de arte, moda y decoración, en realidad, encarna un mensaje más profundo que resuena en quienes entienden su verdadero significado: nos enfrentamos constantemente a nuestra mortalidad, lo que debería llevarnos a vivir nuestras vidas con alegría y más respeto hacia los demás porque al final, la muerte nos recordará que todos somos iguales.
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Lourdes Justo Adán
Maestra especialista en Educación Infantil, en Educación Primaria y en Pedagogía Terapéutica.
Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Orientadora Escolar
Escritora.
Coach de víctimas de maltrato psicológico.
Docente desde hace casi treinta años.
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