fbpx

«LA APERTURA DEL ARTE AL OBTURADOR» | Por Patrizia Gaell

«LA APERTURA DEL ARTE AL OBTURADOR» | Por Patrizia Gaell

La fotografía es hoy en día considerada un arte en sí mismo, como lo puede ser la pintura, la escultura o la música. Cualquier marchante de arte o galerista que se precie como tal puede tratar una obra fotográfica del mismo modo que trata un cuadro, una talla o las partituras que componen una sinfonía. Sin embargo, también es verdad que en Europa esta concepción es relativamente reciente, y de hecho no fue hasta la década de los sesenta que la fotografía fue reconocida como una parte más de las bellas artes.

Hasta principios del siglo XX, a los artistas gráficos no se les otorgaba la libertad para crear aquello que querían en las obras que realizaban. La fotografía tan solo era una herramienta para retratar a la sociedad y las personas que la conformaban, fuese con un propósito informativo, activista o documentalista.

Mientras el fotoperiodismo y la fotografía documental se abrían paso a un ritmo frenético en el mundo visual como herramienta divulgativa de acontecimientos, su rama artística quedaba relegada a los sueños de unos pocos intrépidos y valientes que, pese al profundo rechazo expresado por un público escéptico a ver arte en el oficio, se embarcaron en el propósito de convertir el oficio en arte.  

Una de las figuras más importantes en este afán por demostrar al mundo que la fotografía estaba al mismo nivel de la pintura o la escultura y que, por ende, debía reconocerse también como arte, fue el estadounidense Alfred Stieglitz, un genio visionario que, entregado a buscar siempre todo aquello que representara nuevos caminos en el mundo artístico, dedicó su vida a la promoción del arte moderno. Fundador, junto a Edward Steichen y Alvin Langdon, del movimiento artístico Photo-secession, sostenía el controvertido punto de vista de que lo significativo en una fotografía no era lo que estaba frente a la cámara sino la forma en cómo esa realidad era captada y expresada a través de la cámara; es decir, el modo personal en cómo el fotógrafo presentaba esa realidad filtrada por su visión subjetiva del mundo. Este movimiento elevó los estándares y la conciencia de la fotografía artística como una parte más de las bellas artes y fue el detonante para que, en 1906, en Norteamérica, la fotografía obtuviera el reconocimiento de medio adicional de expresión pictórica.

Otra de las rompedoras acciones de Stieglitz fue crear y dirigir Camera Work, la primera revista cuyo contenido versaba estrictamente sobre el arte visual y fotográfico y llenaba sus páginas de fotograbados dibujados a mano, artículos y reseñas sobre fotografía, estética y arte, o información sobre exposiciones fotográficas.

Años más tarde, rompiendo una vez más la estática en la que vivía sumido el arte en general y junto a su compañero Steichen, Stieglitz fundó la emblemática Gallery 291 de Nueva York, en la que se reunió por primera vez a un grupo de artistas —tanto fotógrafos como pintores y escultores— para promocionar el arte moderno en su conjunto y brindarles la oportunidad de exponer trabajos que en el futuro serían consagrados como verdaderas obras de arte. Nombres de la talla de Geogia O’Keeffe, Henri Matisse, Auguste Rodin, Pablo Picasso, o Marsden Hartley engrosaron la lista de grandes genios que vieron sus obras expuestas en la 291.

En 1925, tras haber clausurado su primera galería debido a las consecuencias de la guerra que azotó al mundo, Stieglitz irrumpiría de nuevo en escena con la Intimate Gallery, otorgándole nuevamente al arte moderno una oportunidad de visibilidad. Pintura, escultura y gráficos marcarían la esencia de este nuevo proyecto. Y cuatro años más tarde nacería la icónica An American Place, su última galería. Alojada en la decimoséptima planta de un rascacielos en Madison Avenue, este espacio se convertiría en la meca para jóvenes y consagrados artistas de la escena neoyorquina y para todo aquel que quisiera conocer de manera personal e íntima la obra de un «loco» que se atrevió a soñar y a confiar en su instinto con todas las consecuencias.  Así, Yansel Adams tenía muy claro lo que significaba esta galería para él: «Este lugar —escribió—, y todo lo que sucede dentro de él, es como encontrarse con una piscina profunda de agua clara en el desierto… Quien beba de esta piscina nunca tendrá sed».

Mientras grandes de la fotografía documental como Dorothea Lange, Walker Evans o Arthur Rothstein retrataban las consecuencias y situaciones más indignas en las que se encontraba la sociedad norteamericana tras el crack del 29, en Nueva York se asentaban los cimientos para la consolidación de la fotografía como un arte libre y sin restricciones al imaginario del artista.

Annie Leibovitz, Peter Lindbergh, Andreas Gursky, Gregory Crewdson, Jeff Wall o el mismísimo Ansel Adams son, así, hijos artísticos de pioneros como Alfred Stieglitz. ¡Gracias, Alfred Stieglitz!


¿Te gustaría conocer las apasionantes historias de escritores modestos, pero no por ello menos buenos?

Únete a nuestro canal de Telegram (es gratis) para ayudarnos a darles voz a esos escritores que necesitan un empujón. Sus vivencias e historias para publicar sus libros, su pelea para hacerse un hueco y su mensaje es igual o mejor que el de cualquier top ventas. Únete a nuestro canal para descubrirlos y apoyarles.

https://t.me/elescritor_es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *