EL FLUIR DE LA VIDA | Por Francisco José Chaparro

“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir, allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, i llegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos”.
Con estos versos describía muy acertadamente el poeta Jorge Manrique, allá por el siglo XV, con una de las mejores metáforas que se conocen, la igualdad de todos ante ese mar que es la muerte, pero también, y es lo que más de interés me resulta, como la vida es ese fluir de los ríos, ríos distintos, grandes y chicos, caudalosos y mansos, que llegan al mar de forma más o menos directa o tras superar innumerables meandros, giros, cascadas u obstáculos hasta su desembocadura, su muerte, porque al final todos desembocan igual que todos morimos.
El fluir de la vida de las personas, como la de los ríos, está plagada de diferentes momentos, malos algunos que nos llevan a la más profusa oscuridad, como cuando los ríos se ocultan bajo tierra en cuevas y subterráneos; pero al igual que los mismos emergen de nuevo a la superficie, también las personas lo hacemos y afrontamos con vitalidad y optimismo muchos trayectos de nuestra existencia.
También están las curvas y meandros, esos giros que los ríos a lo largo de su curso se ven obligados a trazar por los accidentes geográficos que deben superar, pues al igual que las personas, no siempre avanzamos por el camino más derecho para logar nuestros fines, más bien al contrario, los obstáculos de la vida muchas veces nos hacen virar nuestro camino, dar rodeos o tomar senderos menos directos, si bien al final, al igual que el río, lo importante es no cejar en el empeño y seguir avanzando.
Hay ríos bravos con una corriente casi imparable, como hay personas con una fuerza y vitalidad que los conducen por la vida con una actividad permanente, si bien es cierto, que también hay otros menos caudalosos que con un discurrir manso y sosegado avanzan inexorablemente, como lo hacen otras personas también en su vida.
Al final todos desembocan en el mar y mueren, como todos morimos, por lo que todo aquello que hacemos en la vida, es lo que marcará la diferencia entre una vida satisfactoria y otra que no lo sea.
Recuerdo muchas veces las palabras del que fuera en vida un gran amigo, que decía: “la única aventura que hay en esta vida, es vivirla”. Cómo las personas pasemos por la vida, como la vivamos, la actitud que tengamos ante ella, es lo que marcará la diferencia del fluir de unas y otras, así como algunos ríos son caudalosos y mansos, algunas vidas son creativas o vitales, mientras otras consumen su existencia simplemente dejando pasar el tiempo dedicados a su subsistencia; así como hay otras que van directas a sus objetivos, otros necesitan dar vueltas y giros, como los ríos en sus meandros; así como hay personas que viven en la luz de la superficie, otros lo hacen en la oscuridad de lo subterraneos, mientras que la mayoría lo hacen entre luces y sombras.
La manera en que vivimos, en la que nos relacionamos con los demás, vivir acorde con la edad que tenemos, no tratar de vivir vidas de otros o que no nos corresponden y tantas otras pautas que cualquier psicólogo recomendaría en una consulta, distingue una vida de otra, como se distingue un río de otro; al final todos mueren, todos morimos, pero como pasemos por la vida, como fluya nuestra vida, nos hará ser un río u otro.
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