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Educación o la eterna canción sin sintonía | Por Kaiser Axeman

Educación o la eterna canción sin sintonía | Por Kaiser Axeman

 ¿Es el ser humano algo manejable y manipulable? Si no lo es, por lo menos todo indica a que la estructura social sí pretende por todos los medios habidos y por haber que así sea. Un claro indicador de esta afirmación es el trato que se le da a un elemento primordial que conforma a toda nación, país o estado, que no es otro que la educación. Basta con fijarnos, por ejemplo, en el modelo educativo actual.

El molde al que entramos todos como estudiantes denominado escuela y del que salimos con la esculpida forma de ciudadanos al recipiente exterior denominado sociedad permanecen cada vez más desconectados. El nexo entre escuela y sociedad es cada vez menos real y visible y más notoria la brecha entre ambas. Haciendo un breve recorrido histórico por los diferentes modelos pedagógicos y la educación a través de los siglos vemos cómo no se ha evolucionado tanto como se esperaba en los aspectos más internos. O, mejor dicho, no se ha evolucionado en el rumbo indicado.

Tenemos el ejemplo de la Grecia clásica y su intento de educar equilibradamente cuerpo y mente para forjar guerreros con sabiduría, pero era una educación, en líneas generales, poco práctica y con poco futuro a largo plazo; el modelo de la antigua Roma, más institucionalizado y práctico que el anterior y con más riqueza pedagógica pero que por su acentuada descentralización no fue capaz de llegar a un amplio sector de la población y fue mermando creando un profundo analfabetismo; más avanzados en el tiempo, merece nuestra mención el modelo prusiano, que causó gran impacto en el siglo XVIII con su formalidad y estructura definida profesando libertad al tiempo que paralizaba la creatividad individual y desdeñaba una educación más personalizada y adecuada al individuo en sí; en los dos siglos próximos, el Instituto Jean Jacques Rousseau y la metodología de la Escuela Nueva destacaban otorgando aire fresco al amplio término de la educación ofreciendo más libertad académica acompañada del característico paidocentrismo, pero que, desgraciadamente, pasó a un segundo plano hasta casi desaparecer debido a la densa niebla provocada por el auge político y económico del momento, que frenaron su evolución; y ya por último, tenemos la escuela politécnica soviética del siglo XX, que propugnaba una honorable combinación entre trabajo y escuela, pero con un inconveniente: Stalin estaba al frente de la URSS en aquel momento y sobra añadir más justificaciones al respecto.

EDUCACIÓN O LA ETERNA CANCIÓN SIN SINTONÍA

Volviendo a la actualidad, a nuestra actualidad educativa, nos encontramos con nada nuevo bajo el sol. ¿Cómo caracterizar algo que no cambia? Nuestra inmutable y queridísima educación se centra en un modelo prusiano del siglo XVIII en su núcleo con ciertos tintes de la educación espartana, con esa vigilancia y ese sistema de castigos que intenta adiestrar de una manera determinada a los alumnos, combinado con los ya obsoletos métodos prusianos, obligando a los estudiantes a ir a la escuela para superar determinados escalones y adquirir un conocimiento para mejorar su preparación de cara a la vida exterior en un cada vez más caótico mundo. El ambiente escolar todavía se desarrolla en aulas uniformes con pupitres anticuados mientras todos permanecen sentados en posiciones erráticas; siguen predominando las mochilas cargadas tras la clase debido a unos pesados ladrillos denominados libros con poco contenido rescatable y real; y por supuesto, siguen existiendo esos papeles llenos de preguntas que determinan si tu esfuerzo tiene valor o no, llamados exámenes.

Todo este cúmulo de factores lo que provoca es una educación desnivelada, vertical y monótona que entorpece el aprendizaje desde su inicio y se aleja de la educación y de la comunicación didáctica, bidireccional y cooperativa que debería reinar en materia de enseñanza y aprendizaje. Lejos de crear diálogos colectivos, se crean algoritmos de actuación tanto para la comunicación como para la educación.

 El auge tecnológico ha posibilitado la apertura hacia nuevos territorios educativos que se están descubriendo de manera paulatina en nuestro presente y que se seguirán descubriendo en el futuro. En este aspecto, quedan también por descubrir las soluciones a la incógnita del rumbo que está tomando la educación y la comunicación de nuestra era en el actual panorama tecno-educativo: interaprendizaje, el aprendizaje invisible, los diferentes modelos de comunicación horizontal, la pedagogía crítica o el aprender de manera autodidacta, la educación no formal e informal, entre muchos otros. ¿Es de verdad la evolución tecnología una buena guía para el ideal de la revolución educativa?

EDUCACIÓN O LA ETERNA CANCIÓN SIN SINTONÍA
EDUCACIÓN O LA ETERNA CANCIÓN SIN SINTONÍA

Por el otro cauce del río, parece que la zona de confort educativo-pedagógica es muy amplia como amplio es el temor a la radicalidad y al cambio cualitativo en el aprendizaje y en la educación. Está, en cierta manera, prohibido: podría incluso decirse que es un tema tabú. Sé de lo que hablo porque lo he vivido en mis propias carnes. Y aquí nos hallamos en la dicotomía del cambio cuantitativo-cualitativo que ya adelantaba Karl Marx. Tenemos cada vez más “docentes” para ejecutar un invariable modelo y metodología de enseñanza. Mientras la calidad de la metodología aplicada no se vea modificada no importa la cantidad de personas que la sustenten o la lleven a cabo. El resultado siempre parece ser el mismo: alumnos desmotivados, ciudadanos desencantados.

Pienso que es de máxima prioridad un giro cualitativo integral de la enseñanza. Como tampoco vendría mal un giro estético. Y aquí me dirijo especialmente a las universidades, las cuales no han de escatimar tanto en reemplazar viejos ladrillos por nuevos cimientos más frescos y sólidos. Además, esta reforma universitaria que traería un nuevo panorama estético, con pupitres y pizarras nuevas, una remodelada cafetería y unos espaciosos pasillos, causaría positivas sensaciones en el estado de ánimo del estudiante y este nuevo y regenerado panorama reavivaría el ojo del colectivo estudiantil.

No pienso que sea ni excesivo ni mucho menos redundante realizar estas proposiciones a las instituciones encargadas de llevar a cabo estos proyectos, teniendo en cuenta que ningún gasto en educación puede ser excesivo si el ideal que persigue no tiene valor. ¿O es que todavía existe alguien que se oponga a tal verdad?

A lo que también se puede llamar certidumbre es al conflicto de intereses que se oculta tras las obsoletas aulas, los desfigurados pupitres y que emerge de entre los polvorientos libros pasados de siglo. Para mí es muy sospechoso que en pleno siglo XXI y con las facilidades y la gran diversidad de herramientas que se nos otorga para mejorar la educación, nos proveamos de un modelo caduco; sospechoso que el producto final de esta educación sea un ser humano frágil, ansioso e incapaz de hacerse cargo de sí mismo debido a la falta de una educación cualitativa y la consecución de una visión propia del mundo. Tenemos las armas necesarias para mejorar y reinventar la educación y la comunicación actual. Recrear nuestro viejo nuevo mundo. Nos sobran cualidades para mover de nuevo la palanca y elevarnos hacia arriba para legar algo digno a las generaciones venideras. Volver a ser puentes.

 La pregunta es: ¿cuándo tendremos vía libre para despertar a este gigante dormido?  Mientras más se alargue este proceso más predecible, manipulable y gestionable será el ser humano bajo la eterna melodía de esta canción sin sintonía llamada educación.


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