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De sueños, méritos y Momo | Por Juan Expósito

De sueños, méritos y Momo | Por Juan Expósito

No hay mayor talento que reconocer el talento de la gente.

            Esto parece obvio pero requiere de una mirada especial, de una experiencia, de cierta sabiduría, de mucha sensibilidad y de una gran dosis de modestia; de humildad. Y, sobre todo, de querer apreciarlo.

            Podemos definir como razonable el hecho de que un poema de César Vallejo es mejor literatura que el prospecto de un fármaco. Hasta ahí, todos de acuerdo, claro. Pero el problema está cuando consideramos si El Padrino es mejor que Ladrón de bicicletas. Y es que vivimos en una eterna comparación: ¿La versión de Calle melancolía que hace Robe Iniesta es mejor que la original de Sabina? ¿El West Side Story de Spielberg es mejor que la del año 61? ¿Messi es mejor que Maradona? O, esas habituales comparaciones que tanta rabia me dan: ¿Es mejor el libro que la película? ¿El cómic que la serie? ¿Nadal es mejor que Pau Gasol? ¿El cochinillo al horno es mejor que la paella? Es incomparable y depende de nuestra relación con la obra, el acto o el personaje, de la edad con la que lo vi, del contexto de cuándo lo gocé o de mi experiencia personal. Pero no puede ir en gustos que Austin Powers sea mejor que Perdición, de Billy Wilder; eso no entra dentro de la medida de la subjetividad; es objetivo y si no estás de acuerdo pues muchas gracias por leer hasta aquí. Nos puede encantar por igual el Ave María, de Schubert o el Y, sin embargo, de Sabina… pero no podemos valorar por igual el reciente y delicioso Big Crush de Nacho Vegas que lo último de Kiko Rivera o el libro de Ana Rosa que Cien años de soledad. Lo que no puede ser, no puede ser.

            En fin, no sé si me explico.

            Luego está lo de triunfar, las descargas de Spotify, la fama, lo de salir en la tele y lo de la cuenta corriente. Lo de los seguidores de Instagram y lo de la audiencia. Eso no tiene que ver con el talento ni la calidad, mire usté. Más de una vez me han tirado a la cara ese argumento: Pues tan malo no será cuando todo el mundo lo ve… Y lo de: Tan bueno no será cuando no vende… Sobre todo, en el arte, amigui, las cosas no son así.

            Conozco actores y actrices, obras de teatro, dramaturgos, cantantes, músicos, poetas… artistas, en definitiva, que no están en lo alto o que no son reconocidos. A veces, ni tan siquiera, son mínimamente conocidos. Y es que hemos llegado a ese axioma facilón: Si no es conocido, no es bueno, o al revés, si es conocido es bueno, o algo tendrá. Sí, algo tendrán: suerte, buen apadrinamiento, muchos seguidores en redes, saber moverse, buen representante… O que el crítico de turno lo ha consagrado desde su sillón de adamantium en lo alto de su atalaya de verdades o certezas. Por eso digo que, en el caso del Arte, la relación entre reconocimiento y valía no se compadece con la realidad. El mundo está lleno de maravillas no reconocidas por el público mayoritario.

            Por eso me gusta reivindicar en redes las obras que no han sido muy consideradas porque creo que, desde mi humildísima opinión, deben de ser sacadas del ostracismo. Valorar positivamente lo que todo el mundo ve es fácil. Publicar con loas lo que no tiene tanto bombo da más pereza. Pero yo lo prefiero.

            Y diréis que lo que voy a decir es por amistad. Y sí, también es por amistad. Detenedme. Hablar del grupo Momo no es hablar de un buen grupo de música. Es hablar del mejor grupo de versiones que he visto en mi vida. ¿Ponéis en duda mi criterio? Vale, de acuerdo. Id a verlos. No entiendo que este grupo (tanto en sus versiones como en sus canciones originales que son maravillosas) no llegue a los oídos de los conspicuos melómanos o del público general. No me encaja en este mundo que estos musicazos no copen las radios, las cadenas y las redes. El caso es que llenan en sus conciertos, pero no llegan a donde deberían de llegar teniendo en cuenta los méritos. No he visto en mi vida a nadie con tanto carisma como Momo Cortés en un escenario (y tengo el culo pelao de conciertos, madre). Insisto, no he visto en mi vida a nadie más certero y carismático y talentoso que Momo Cortés en su interpretación de las canciones. Nadie más al límite de la interpretación y de lo sublime que este chico… que te conmueve con lo que canta es definitivo e inefable. Es un genio, oiga, Son unos genios, quiero decir, porque tocan como los dioses del monte Olimpo. Desde mi ignorancia, tengo que decir. Y lo lleva Nacho y Tarambana, que es una sala y productora y que está por Carabanchel, en Madrid. Pero que hacen gira por toda España… Estad atentos, chavales, porque es ambrosía del alma.

            Y es que desde hace tiempo hemos confundido el concepto de merecimiento. Hemos hecho una bola de barro mezclando mérito con fama, y eso es peligroso porque nos desvirtúa la verdadera calidad del hecho artístico. Los llamados Talent shows (o como me gusta decirlo a mí, Concursos de talentos) nos han emborronado la mirada de reconocer lo bueno. Creo. Y es que todo no se puede medir con la regla de la audiencia aunque todos necesitamos de esta dicha audiencia. De la dichosa audiencia.

            El arte hay que hacerlo con el fin de que guste a uno mismo, no de que guste a los demás. Ese es el germen del arte. El arte no se debe de hacer pensando en los demás sino en uno mismo. Escribir, componer o crear pensando en que guste a los demás y no a uno mismo es cercenar la esencia propia del arte.

            Estemos atentos a la validez y calidad del arte sin tener en cuenta al número de gente a la que llega porque el talento de valorar el talento (y decirlo o gritarlo, si es preciso) es de donde se basa una verdadera meritocracia artística.

            Y brindo por el que toca la guitarra a las dos de la mañana sabiendo que esa composición no gustará más que al primo. Por quien escribe poemas de amor aunque jamás los llegue a enviar. Por quien pinta lienzos que luego tirará. Por quien ensaya buscando la emoción imposible. Por quien canta en la ducha. Por quien llora escribiendo la obra de teatro que nunca representará. Por quien recita poemas bajo la lluvia, como hacemos los “Forajidos de Leyenda” (un grupo de locos soñadores de Carabanchel al que tengo la fortuna de pertenecer). Brindo por quien baila bajo la tormenta y besa a su pareja. Por quien sueña con certezas improbables. Por quien cree que el acto poético vale para algo aunque no valga para nada.

            Brindo por ti, que tienes sueños que nunca se harán realidad. 

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