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Cómo leer y entender a Murakami | Por Josep Segui Dolz

Cómo leer y entender a Murakami | Por Josep Segui Dolz

Foto: Murakami en el sillón de leer acompañado por los Beatles y otros. Producción propia. 2023.

«Dicen que introducir un sueño (real o inventado) en una novela es una opción arriesgada».

Haruki Murakami, Sputnik, mi amor. 1999.

Supongo (y supongo que supongo bien) que sabes quién es Haruki Murakami (1949), el escritor japonés, uno de los autores contemporáneos vivos más leído y eterno aspirante al Premio Nobel (todo llegará, yo creo; aunque a mí personalmente me da del todo igual). Si no has leído nada de él o no sabes quién es, googlea su nombre y encontrarás información enseguida.

He de decir que es uno de mis autores favoritos y me lo he leído (casi, que yo sepa) todo. Siempre me ha gustado y espero que pronto publique algo nuevo. Aunque cada vez que vuelvo a leer alguna de sus novelas me parece diferente… ¿cómo lo hará? La primera que leí una fue ya hace unos años: Uno cu ochenta y cuatro (1Q84) publicada en japonés en 2009 (libros 1 y 2) y en 2010 (libro 3) y en español en 2011 (los tres). La he vuelto a leer hace poco y no, no es que no me acordara; es que he visto cosas que la primera vez no ví. ¡Acojonante! Y así con otras: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1995, ¡madre mía, qué maravilla!), Sputnik, mi amor (1999), Kafka en la orilla (2002), Los años de peregrinación del chico sin color (2013),… O sea que la inversión hecha en comprar sus libros es de las buenas: ¡se puede estar toda una vida leyendo y volviendo a leer a Murakami con la garantía de que una o uno jamás se aburrirá! Bueno, así lo veo yo, vaya.

Reconozco que a la hora de escribir el japonés me ha influido y sigue haciéndolo —entre muchos otros—. No hay que avergonzarse por eso, por reconocer las influencias de otros autores o autoras, ¡faltaría más! En mis obras lo cito en algunas ocasiones e, incluso, en una de las próximas, (Casa con vistas, en proceso; título provisional) llego a mantener una breve conversación con él:

«XIV. Andando andando va y me encuentro con Haruki Murakami

—Ye, chaval, ¿cómo va todo?

—¡Hombre! Me alegro de verte. Bien, bien, aquí tomando un poco el fresco mientras veo brillar las estrellas imperfectas en el cielo.

—¡Qué interesante! Pero las estrellas no son imperfectas, ¿no?

—¿Cómo lo sabes?

—Bueno, más que saberlo lo supongo. Son obra de Dios y, como tal, son perfectas. Toda la obra de Dios lo es; nadie duda de que eso sea así.

—¿Estás seguro?

—Vaya, seguro seguro no lo estoy, eso está claro. Pero todo parece indicar que lo es.

—No te fíes de las apariencias.

—Ya. No es la primera vez que me lo dicen esta noche eso de las apariencias. Aunque, si quieres que te diga la verdad, pensar así me parece bastante inútil.

—Vale. «Pero, si se me permite formular una anodina teoría general, en nuestra vida imperfecta las cosas inútiles son, en cierta medida, necesarias. Si de la imperfecta vida humana desaparecieran todas las cosas inútiles, la vida dejaría de ser, incluso, imperfecta» (Murakami, Haruki. Sputnik, mi amor. 1999).

—Vaya. Estás filosófico hoy, ¿eh?

—Un poco, sí.

—Yo creo que las cosas inútiles también tienen su utilidad.

—No estoy hablando de cosas.

—¿Entonces?

—Se trata de las personas. Las personas inútiles no son útiles, pero sí que son necesarias.

—¿Por oposición o complemento?

—No, no, déjate de esos rollos budistas del Yin y el Yang, que yo de eso sé más que tú gracias a mis orígenes culturales y es todo mentira.

—De acuerdo, será mentira, pero es útil. Hay algunos miles de millones de personas que así lo creen.

—Creer tampoco sirve para nada, pero es necesario, si no esto sería una locura.

—¿Esto?

—La vida.

—Ya. Ya lo es.

—Cierto, pero no necesario.

XV.     En ese momento pasa por delante nuestro una centaura

Ella va paseando tranquilamente mientras degusta un dulce de algodón de color rosado. Sé que es una centaura y no un centauro porque sus rasgos son femeninos y además me fijo y no tiene pilila; la inmensa mayoría de mujeres no dispone orgánicamente de eso. Haruki se va porque creo que nuestra conversación ya le aburre. Yo pienso que mejor que una centaura hubiera sido que pasara una unicornia que están más de moda y eso me daría mucho juego narrativo e imaginativo. Pero las cosas son como son».

Permíteme copiar y pegar este comentario de mi Facebook como autor (https://www.facebook.com/Josepseguidolzautor) de hace algo más de un año:

«Tras una intensa lucha interna para terminar de leer una de las millones de “novelas negras”, que son todas iguales, he decidido retornar al placer de la lectura continuando con Haruki Murakami de quien aún me faltan cosas por leer, pero que nunca me defrauda. La lucha interna ha sido porque a cada página de esa dichosa novela de policías y malos de la que no voy a decir el título ni nada más (en la faldilla o como se diga eso asegura haber vendido más de medio millón de ejemplares, o sea que ya tiene bastante, ya); a cada página, digo, tenía que hacer un esfuerzo para no dejar en el montón de “libros horribles que no he terminado ni terminaré nunca” por motivos digamos que “profesionales”. Y el esfuerzo me ha dejado tremendamente cansado y aburrido.

Pero Murakami no:

«…

“Sin la mediación de su madrastra, Sumire tal vez hubiera sido arrojada, sin blanca y sin las dosis necesarias de sentido común y equilibrio para desenvolverse en el mundo, a este erial desprovisto de humor -por supuesto la tierra no se desloma girando alrededor del sol para divertir a los seres humanos- que llamamos realidad. Pero, a lo mejor, eso habría sido positivo para Sumire”. Pág. 17.

¡Uffff!

Murakami, Haruki (1999). Sputnik, mi amor».

Tengo que confesar que, para mi sorpresa, su última novela, La muerte del comendador (2017, dos tomos y unas mil páginas en total), no acabó de llegarme. Déjame, por favor, que copie y pegue esta vez de mi página personal de nuevo en Facebook (https://www.facebook.com/josep.s.dolz) en octubre de 2022:

«No cabe la menor duda de que ES Murakami, ¿eh? Pero, no sé, me ha decepcionado un poco (aun siendo buenísimo). Tal vez había depositado demasiadas expectativas o tal vez necesite leerlo otra vez…

No obstante:

“Una buena metáfora consigue que aparezcan las posibilidades latentes que hay en todas las cosas” (La muerte del comendador, 2017, libro II, p. 341).

Seguramente ahí está la clave y yo no he sabido verla. Lo volveré a leer pronto, a ver…».

Sí, posiblemente el momento en que lo leí no era el mejor. O lo hice demasiado deprisa.

A este último respecto quiero decir que, aunque han existido siempre, últimamente proliferan los cursos de lectura rápida. Bueno proliferan los cursos de todo, hasta de coaching para saber cómo hay que poner el ojete al ir a cagar, por ejemplo.

Lo de la «lectura rápida» es un error. Mejor: un horror. Yo creo que hay que dedicar tiempo al tiempo, que hay que disfrutar de leer, no solo del contenido en sí, si no de la forma. A pesar de que los libros de Haruki son —en su mayoría; los primeros los escribió en inglés— traducciones del japonés (¡qué bonito sería conocer ese idioma para poder leerlo en original!) yo confío en la profesionalidad de quienes traducen y disfruto de cada palabra, de cada frase, de cada situación, de las formas de cada una de las historias que contienen las obras de nuestro autor. Y para eso hace falta tiempo y calma: leer, releer, lamerse los labios de gusto e incluso dejar que florezca ese cosquilleo en la entrepierna, aunque Murakami no es que sea muy explícito en cuanto al sexo. Pero no es eso a lo que me estoy refiriendo. Es la especie de sensación casi orgasmática cuando una o uno lee y paladea calmosamente las palabras y las frases y todo eso que ya he dicho. Sea de quien sea, ¿eh?; no solo del japonés. Eso es placer. Y si no hay placer en una novela… pues… ¡a la mierda!

En fin, alguien dirá que estoy tonto, que más bien debería dedicar este espacio que amablemente me facilita cada semana el periódico para promocionar mis obras (ya lo hago en el párrafo siguiente); no las de otro autor, que quien lea esto antes comprará (si confía un poquitín en mí) una novela de Haruki que una mía. Pues no. Soy consciente de lo que hago publicando esto. Mi intención está clara: si no habías leído nada de él y lo haces gracias a estas humildes palabras, pues me sentiré muy contento porque tú también te alegrarás y serás feliz un ratito, lo que dure tu lectura o incluso más. Seguro. Y ya si, además, compras y lees alguna de mis novelas pues la felicidad será total y compartida.

(Aprovecho, con tu permiso y por si te interesa, para comentarte que mi nueva novela, La chica que ha perdido el norte (2023) ya se ha publicado y va estando disponible: https://www.josepseguidolz.info/la-chica-que-ha-perdido-el-norte).

NOTA: releyendo lo escrito me temo que te he sido infiel. Al volver a mirar el título de este artículo veo que es posible que sí que me haya referido por lo menos un poco a cómo leer a Murakami; pero no a cómo entenderlo, perdona. Y es que hay bastante gente que no lo entiende o, incluso, que dice que en muchas de sus novelas no pasa nada… ¡Ja!

La cuestión es que no hay nada que entender

¡Saludos!

Josep

https://www.josepseguidolz.info


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