“Canción de otoño en primavera” | Por Martín Isidro Vázquez León
Es una hermosa tarde de otoño. Me recuerda la “Canción de otoño en primavera” de Rubén Darío. Impresionante poema amoroso que el autor inicia con un famoso estribillo, que repite cada tres estrofas y con el que concluye la creación. Este estribillo, para recordarlo, dice así:
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!…
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer…
En esta conocida cuarteta de versos eneasílabos (Rubén acostumbró a utilizar que apenas habían sido cultivados en la Historia de la Literatura), se puede destacar un fuerte impulso vital, de intensidad y dolor, ante la pérdida del tesoro de la juventud. Pero es significativa la antítesis de los versos tercero y cuarto. La antítesis de la vida, en la que el autor colma de expresividad y fuerza la emoción que siente, la sensación de tristeza:
Cuando quiero llorar… no lloro.
Cuando no quiero llorar… lloro.
Es un sentimiento que queda reflejado en su plenitud con la energía lírica que Rubén Darío logra con su sabia utilización de la retórica, en este caso del contraste o antítesis, que además de darle a la creación un cierto matiz filosófico (son estructuras que pueden ser adaptables a su interpretación lógica), se produce una mayor contradicción de la vida. Tal y como sucede en Santa Teresa en sus impresionantes antítesis sobre la vida y la muerte, que están cargadas de sabor filosófico en tan solo tres versos:
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
Igualmente tienen su interpretación lógica. La lógica se extrae de los significantes de las palabras y se le da su significado a través de las reglas de sus signos abstractos. En esto observo una diferencia substancial con respecto a las matemáticas, pese a la consabida identidad matemática –lógica o lógica—matemática. En el ejemplo de los dos poemas la lógica nos sirve para tratar mediante su simbología de dar una interpretación de la realidad de la vida expresada en estas creaciones literarias. Pero suelen darse ejemplos no solo en las creaciones literarias. Pero suelen darse ejemplos no solo en las creaciones literarias sino en muchas frases de la vida cotidiana que pueden ser analizadas mediante la lógica, y que nos causan una sorpresa cuando se comprueban tales contenidos mediante las llamadas tablas de verdad. El contenido literario del conocido estribillo de Rubén Darío es compatible con su valor filosófico. Y esto es así porque está claro que la realidad de filosofar no solamente se encuentra y adquiere o se cultiva sumergiéndose en estas lecturas específicas, o sean, en los ensayos que se centran en el tema y que es el género literario en el que más comúnmente se suele expresar la realidad del pensamiento. Muchas veces en los otros géneros literarios (en la poesía, la novela, el teatro) se dan valores en sus contenidos claramente vinculados al saber filosófico. Se podrían citar innumerables ejemplos pero en estos momentos se me ocurre el de los Proverbios y Cantares de Antonio Machado. Pero, sin duda, el caso más original y quizá trascendental lo representa Miguel de Unamuno, que llevó su obsesión y sentimiento trágico de la vida, sus inquietudes filosóficas en definitiva, a todos los géneros que cultivó, insistiendo en cada uno de ellos (hasta en el teatro, como es el caso de “Fedra”) sobre el problema de la personalidad, la inmortalidad del alma y todas las cuestiones que rodearon su visión de la vida a través del pensamiento. Esta lectura de la “Canción de otoño en primavera” en esta dulce tarde otoñal me ha hecho recapacitar, a través de esa antítesis, lo que siempre ha sido una realidad en la literatura y en la filosofía: las conexiones, afinidades o interrelaciones entre estos dos saberes. Aunque, como es sabido, al filosofar no solo se pretende dar una explicación al mundo y a la vida bien a través de las letras o de las ciencias; la filosofía yo la observo como la materia o el saber que engloba a todos los demás saberes existentes y que intenta analizar y profundizar con sus métodos y objetivos toda la verdad que encierra la realidad de la vida, la Alezeia o realidad verdadera que persigue descubrir, que está impregnada en las otras materias y de las que se nutre en el intento de desvelar los misterios que permanecen ocultos en la existencia humana.
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