Brujas | Por Michel García
Siempre he oído hablar de la hora bruja y de la noche de las brujas.
A pesar de esas expresiones tan habituales, sinceramente, no creo que existan esas noches ni esas horas. Pienso que en realidad, cualquier hora, cualquier noche, puede ser un momento propicio para que esos seres especiales salgan a repartir un poco de su poderosa magia al resto de los mortales.
Pero no las verás con esos atuendos tan peculiares que ha ido creando la cultura popular. No los necesitan para destacar si estás atento y te fijas un poco. Tampoco les hace falta ir vestidas de manera llamativa con vestidos provocativos ni con sensuales conjuntos de lencería.
Su encanto y su magnetismo radican en algo más interno e intangible, algo que resulta mucho más peligroso y adictivo. Ellas saben utilizar sus poderosas armas para potenciar su sexualidad por su propio placer en el momento adecuado.
Cuando deciden salir de caza en busca de algún cuello sobre el que derramar sus besos hechiceros, o cuando van en busca de un afortunado mortal en concreto, nada ni nadie puede detenerlas ni desviarlas del objetivo elegido.
Pero has de saber que ellas no escogen al azar. Solamente aquellos que poseen la fuerza de la sangre del dragón corriendo por sus venas o aquellos con alma de lobo, podrán disfrutar del privilegio de perder la noción del tiempo con cada una de las caricias de esos dedos capaces de provocar incendios.
Deberás estar preparado para ser guiado al paraíso de los sentidos de una manera impetuosa e inolvidable. Tendrás que dejarte llevar, que ella decida el ritmo. Simplemente, goza de la lujuria o de la ternura que ella necesite y demande en ese momento.
En el momento en que sientes su turbadora y tentadora presencia, lo único que quieres es seguir disfrutando de las ardientes oleadas que hacen temblar tu piel cuando sus manos la recorren. Deseas que no se aparte de tu lado y no deje de acariciarte con esa mágica pasión que altera tu consciencia y tus sentidos mientras notas como tu alma se estremece.
Y ya da igual que los demás no lo entiendan. De nada sirve que te avisen y te digan lo que ellos ven.
Admites gustosamente tu rendición a seguir disfrutando de esas sensaciones que te hacen sentir vivo al ser abrazado por ese ser que te lleva sin remedio por los intensos caminos de esa lujuriosa pasión que bordea la tenue línea que separa la cordura y la locura.
Reconoces tu entrega, y sonríes compadeciéndote de esos pobres infelices incapaces de ver más allá de la historia que les han querido contar. Agradeces no ser uno de ellos, y te alegras de haber tenido la fortuna de haber coincidido en esta vida con una de esas almas puras cuya naturaleza está por encima del bien y del mal.
Te aseguro que terminarás ardiendo, empapado en sudor, jadeando, oliendo a ella y dando gracias al universo por haberte convertido en el dichoso mortal elegido por tan deslumbrante ser.
Vienen a mi mente los recuerdos de todas esas amigas y compañeras de viaje que estarán ahora a punto de ese renacimiento que las hará salir de las sombras y recuperar sus poderes.
Espero que sigan acordándose de este viejo lobo canoso que siempre se mostró de manera honesta y leal con ellas, dispuesto a ser el amante, el amigo, el confesor o el fiel escudero que precisaran en ese instante.
Seguramente me lleve alguna sorpresa, pero con otras, no habrá duda posible. Recuerdo algunas miradas de fuego, algunos aromas inolvidables y algunas pieles erizadas que solo pueden pertenecer a alguna de esas mujeres que los cobardes llaman “brujas”.
Michel García, autor de “Los relatos de Legna lobo negro“.
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