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Una charla con Jaume Bosch Jurado, que nos hablará de “Comiéndose Las Meninas (y otros relatos)”, obra que ha publicado con Círculo Rojo.

Una charla con Jaume Bosch Jurado, que nos hablará de “Comiéndose Las Meninas (y otros relatos)”, obra que ha publicado con Círculo Rojo.

¿Cómo te inspiraste para escribir una colección de relatos tan variados en “Comiéndose Las Meninas y otros relatos”?

No escribí los relatos con la intención de hacer una recopilación y publicarlos juntos, sino que están escritos conforme me inspiraba o me surgían -algunos con más de 20 años de distancia entre ellos- con total libertad y ajeno a modas, muchas veces pensando que quizá jamás se publicarían. Cuando surgió el momento, y me decidí a publicar, seleccioné estos 12 cuentos de entre una sesentena de relatos cortos o medianos (y aprovecho para dejar caer que también tengo varias novelas que amenazo con publicar). Los escogí precisamente por su variedad, para tratar de no ser demasiado redundante.

Tus relatos abarcan una amplia gama de géneros, desde el humor hasta lo dramático. ¿Cómo seleccionaste los temas y géneros para cada historia?

No creo que sea un proceso muy especial. Bastantes veces los relatos me surgen después de ir pensando y anotando muchas cosas diversas y, en un momento dado, ellos solos se significan sobre otras posibilidades. Algunas ideas pueden ser que ya estuvieran rondando por mi cabeza durante años, pero que no me apetecía o no veía el cómo realizarlas hasta ese momento. 

Que se inclinen por el drama o la comedia tiene que ver, desde luego, con una especie de acuerdo entre la lógica interna que va tomando el relato y las ganas o la capacidad que yo tenga de llegar al lector a través del humor o la tragedia. Trato de que casi siempre haya un poco de todo y que simplemente cambien las proporciones. Hasta en los cuentos más dramáticos intento trazar alguna pincelada de ironía, de humor, de color. En alguno- sólo en alguno- no he podido, porque la historia surge en parte de mi realidad, de mi vida, y en ocasiones, el dolor (aunque a veces dure sólo lo que dura el relato) es tan sólido que se hace impermeable a cualquier otra cosa, incluso al humor. En algún otro de los relatos dramáticos sí que me surgían escenas irónicas o sarcásticas, pero no las veía apropiadas, podían distorsionar el fondo del relato. Pero, ya digo, procuro que el humor esté lo más presente posible, y eso cuando no se trata del centro del propio cuento.

En uno de tus relatos, “Señor Pánico”, exploras la ironía como arma contra una enfermedad que puede ser devastadora. ¿Puedes compartir más sobre la inspiración detrás de este relato y su mensaje?

La respuesta es sencilla, aunque me temo que voy a elaborarla un poco. Yo mismo padecí de pánico, tras un ictus isquémico que me alcanzó muy por sorpresa -casi siempre suelen ser así, pero yo era relativamente joven para ello. Hasta ese momento, los problemas de salud los veía todavía lejos y este infarto, aunque físicamente me recuperé con rapidez, me dejó muy tocado, inseguro y tras unos días en que parecía estar bien (y en realidad estaba perplejo), caí en ataques de pánico. Redoblé los esfuerzos por escribir (imposible al principio) y busqué el amparo de una psicóloga (llamada así, además) y de María, profesora de yoga y el apoyo en casa y mi propia lucha interna me fueron sacando de ese auténtico abismo que, aunque en realidad lo visité un tiempo relativamente breve, pude tocar, pude llegar a quemarme en él y ver ese infierno. 

Bastante recuperado, aunque no totalmente, tuve la idea de escribir sobre ello y pensé (y pienso) que una de las mejores armas (tal vez la mejor) contra el pánico es el humor, dibujarlo como una caricatura, ridículo, como en realidad sería si se pudiera personificar.  Tengo que decir que me estoy orgulloso de este cuento, y creo que a más de una persona que esté en la misma tesitura en que me encontré, le puede ayudar un poco, y créeme que un poco es mucho en esas situaciones. Por supuesto, lo esencial será el apoyo que necesite de profesionales y la comprensión familiar.

¿Cómo ha evolucionado tu escritura a lo largo de los años, desde tus primeros cuentos en la adolescencia hasta tu obra actual?

Creo que el germen de lo que soy y escribo ahora está ya, en parte, en esos primeros cuentos. En ellos, como en bastantes escritos míos, aunque la mayoría no están en estas dos selecciones de relatos, hay cierta inocencia y sorpresa en los ojos de los personajes principales, al ir descubriendo, a su manera, el mundo y todo lo que les rodea. Ahora tantos años después, el tipo de historias varía más, se refleja la experiencia vital y una cierta serenidad, bastante necesaria para poder escribir incluso las historias más trágicas. Por otro lado, creo conservar todavía la imaginación, cosa muy importante en literatura, y ahora, al ser más escéptico, procuro ser más positivo que cuando empecé. 

¿Cómo eliges los nombres de tus personajes y cuánta importancia les das en tus historias?

Los personajes, como suele ser lo habitual, son esenciales para los relatos. Su mirada, su relación con el mundo que les rodea y con otros personajes, su visión particular de la realidad o realidades, son la base de casi todos mis cuentos, como creo que lo son en la mayor parte de escritores. 

Cada cuento, cada personaje y su nombre son un mundo. Algunos nombres son como el espejo del alma, anuncian ya de qué va el cuento o cual es el papel de este personaje, mas otras veces lo ocultan, o no son relevantes y lo importante es la descripción del personaje. Incluso en uno de los cuentos, atestado de personajes, no hay ni un solo nombre, sólo se habla de sus cargos políticos y financieros. Bueno, como ves, volvemos a la variedad.

Jaume Bosch Jurado, autor de la obra. Comiéndose Las Meninas (y otros relatos).

En “Comiéndose Las Meninas”, utilizas elementos de la sátira política y social. ¿Cómo crees que la literatura puede abordar y reflexionar sobre temas sociales y políticos de manera efectiva? 

Sin duda, sí puede. A lo lago de la historia la literatura ha sido uno de los foros principales de reflexión y crítica sobre el ser humano y la sociedad, aún lo es un poco y puede volver a serlo mucho, cuando nos sacudamos tanta frase hecha, tanta etiqueta, tanto lema superficial y cómodo, que son como sofás que te adormecen feliz y equivocado.

Creo que la caricatura con humor o ironía, o sarcasmo, nos pueden mostrar ángulos en que sea hace palpable el absurdo o la injusticia de algunas actuaciones a las que no pocos seres humanos (a veces sociedades enteras) llegan paso a paso, sin ser conscientes de lo ridículos que son, al menos desde dichos ángulos. Me gustaría llegar a escribir algún día como un espejo mágico en que ciertos sujetos se vieran reflejados de esa manera, por ciegos que sean (¡de ahí lo de mágico!)

Cuéntanos sobre tus personajes peculiares en los relatos. ¿Cómo los desarrollas y les das vida en tus historias? 

La verdad es que trato de estudiar y darles lógica lo más posible a todos los personajes y muchas veces también pregunto al corazón sobre ellos, pero estos tan particulares (un calcetín, una piedra semipreciosa, un muerto avergonzado de verse en los huesos…) han de ser desde dentro, necesito convertirme en ellos, pues si no creo que no conseguiría llevar hacia adelante el relato.

¿Qué te llevó a explorar la relación entre un escritor y su bloqueo creativo en uno de tus relatos? 

Sentí, enseguida que tuve la idea, que no quería el típico drama del papel en blanco (típico, pero a veces muy bien resuelto, ojo); tenia que ser sincero, descarnado, duro con el protagonista, pues ello da veracidad (incluso verdad) y el lector creo que agradece esa sinceridad, que a veces desangra al personaje, pero también lo dignifica. Sin saberlo conscientemente, pero seguramente sí en su profundo interior (eso lo sabe con mayor certeza el personaje que yo) intuye como salir de su agónico estado, agónico como escritor y también como ser humano. 

¿Puedes compartir alguna anécdota interesante o divertida relacionada con la creación de uno de tus relatos?

La que me viene a la mente es de hace bastantes años y no es muy divertida pero quizá sea interesante. Ya no era un niño, desde luego, y acababa de terminar varios relatos tras mucho tiempo incapaz de escribir o, mejor dicho, acabar una historia. Estaba ilusionado pero muy inseguro, tenia escasísimo contacto con el mundo literario y no tenia apenas opiniones de cierta relevancia sobre mis escritos. Asistí a un interesante curso de historia de la literatura y me atreví a pedir opinión a la profesora, bastante conocida, crítica y ella misma escritora de algunas obras interesantes (sólo las primeras, la verdad). Tuvo la amabilidad de leerlas (creo que eran 3 o 4 relatos) y quedamos un día para ver que le habían parecido. Fue una experiencia negativa, pues era claro que, de al menos uno de los relatos, no se había enterado de nada; cuando le di la clave del cuento, vi que le cambiaba la expresión, pero no fue capaz de decir nada (qué sé yo, un “no me di cuenta” o “falta resaltarlo y que estos detalles se vean mejor”). De otros de los cuentos se quedó totalmente en la superficie, incapaz de ver la pasión desmedida y la enorme fuerza (en mi opinión, claro) que hay en él, y nos pasamos unos minutos comentando auténticas tonterías sobre esa historia.  Con el tiempo he visto que estaba en sus cosas, en lo que a ella le preocupa en cuanto a técnica literaria de vanguardia (que a veces resulta un bluf y un timo). Para aquello hubiera sido más positivo no haber quedado, pues mi inseguridad hizo que le diera más crédito del que debiera y aunque, por su puesto, seguí escribiendo (es decir, lo que para mí es respirar) la inseguridad me lastró mucho para tratar de publicar.  Otra conclusión negativa fue que no fui capaz de defender mi obra, tomé (durante un tiempo) al pie de la letra lo que decía quien se suponía que sabía de ello, y fue un error.

Se concluye, y perdón por extenderme tanto, que uno ha de valorar su obra sin complejos y comentarla y contrastarla con más de una persona y que esas personas la analicen de verdad y debatir los escritos. Uno ha de ser humilde y ver los posibles errores o matices, pero al final creer en ella (si realmente la ves buena) y nunca dejarse desanimar por nadie y menos si está en otra órbita. 

¿Cómo ha sido tu experiencia trabajando con la editorial Círculo Rojo para publicar tus obras?

Magnifica. Todo ha sido ágil y excelente, el trato muy humano y paciente. Sólo, seguramente ante el éxito de la editorial y la acumulación de trabajo, así como la época en que he editado (final del verano), quizá esa agilidad se ha ralentizado un poco en la compleja parte final de activar promociones y demás temas de este estilo, lo que unido al limitado tiempo en que los libros están como novedad en las distribuidoras te puede llegar a poner un poco nervioso. El promedio, aún así, es un diez sobre diez, pues la parte de corrección, maquetación, portadas, información, etc se ha salido de la tabla normal y ha sido un once.

El autor Jaume Bosch Jurado posando para Elescritor.es.

Tus escritos son en español y catalán. ¿Cómo influye tu entorno y tu experiencia en Cataluña en tu escritura?

Aunque todos se crean únicos, el mundo, el ser humano, la sociedad, es prácticamente la misma en Barcelona, Valencia, Madrid, Córdoba o Bilbao, con diferencia anecdóticas, muy bonitas de resaltar. Tengo unos pocos relatos sociales y políticos relacionados con temas de actualidad, reflejando algunas realidades y bastantes ficciones de Catalunya, que no creo que los publique nunca, pues los escritos de esta naturaleza son los que primero caducan, y yo soy muy perezoso y quisiera que los míos, ya que los escribo, sean capaces de interesar en el tiempo, cualquier tiempo.

¿Qué consejo le darías a otros escritores que están considerando la publicación de sus obras por primera vez?

No creo ser quién para dar consejos de esta índole, pero trataré de responderte. Por un lado, si son muy jóvenes, que no tengan mucha prisa y traten de publicar cuando sientan cierta madurez literaria (que puede ser con 20 años, ojo), que lean a los grandes y también a los considerados medianos, en los que, probablemente, encontrarán más compresión y a veces más inspiración. Pero que tampoco esperen en exceso, que les dé tiempo a tropezar y levantarse varias veces. Si, por otro lado, son de una cierta edad incierta, como yo ahora, que no lo piensen más y se lancen mientras puedan, sobre todo si ya llevan años escribiendo o pensando en ello, pues, como mínimo, habrá una carga de experiencia vital importante en las páginas que escriban.

Si es por publicar un libro simplemente, sin sentirse escritor, pues nada, que escriba cosas de moda o de actualidad, siguiendo el viento social “correcto” que sople (aunque sople hacia el abismo) y con lenguaje de moda, un buen título y, con mucha suerte, a medrar. No me encontrarán ahí, pero supongo que casi todo vale, y público me temo que no faltará.  


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