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Charlamos con Safira Cantos, colaboradora en la obra «En nuestras propias palabras»

Charlamos con Safira Cantos,  colaboradora en la obra «En nuestras propias palabras»

 ¿Quién es Safira Cantos y cómo nace tu participación en la obra: “En nuestras propias palabras”?

Me veo a mí misma como una ciudadana que cuestiona y no se resigna, que explora, comparte y actúa. De ahí nació mi primer activismo, el estudiantil, reclamando una educación pública de calidad con mecanismos de participación efectiva. Ese activismo iniciático ya estaba totalmente cruzado con un feminismo involuntario porque la igualdad la daba por hecho. Ahora soy consciente de que darla por hecho fue mi mejor activo. Desde esa visión la practicas, y cuestionas lo que hay a tu alrededor que consideras injusto o carente de sentido. Ora se trate del concepto del sufragio universal que recogían los libros de texto, ora de la decisión de estudiar derecho. Descubrir el impacto de la omisión de autoridades y funcionarios ante diversas injusticias -especialmente las relacionadas con violencia hacia las mujeres- es lo que me determinó a dedicarme al derecho.

A su vez, el derecho me acabó llevando a los congresos de la Coordinadora estatal de mujeres abogadas. En uno de esos congresos germinó mi relación con la coordinadora de esta obra. Pero mis palabras no estarían aquí incluidas si no hubiera sido por su determinación. Le corresponde tanto mérito a ella por mis palabras como a mí por escribirlas. Su insistencia fue lo que venció la resistencia de la inercia de mi agenda, sobrecargada como la de tantas, entre la acción social, un trabajo exigente y la crianza. Lo menciono porque esa labor de quien te acompaña e insiste es extraordinariamente valiosa: haz el hueco, no quiero publicar el libro sin tu participación.

En tu aportación al libro, hablas de algo muy interesante a la hora de pelear por la igualdad: “¿Queremos tener razón o tener éxito?”

Me parece una pregunta esencial para cualquier acción de cambio. Entronca con el sentido del “para qué” hacemos algo. Si queremos avanzar en igualdad debemos cuestionarnos a qué queremos contribuir en el conjunto social.

¿No te da rabia sentir que tienes que escoger entre tener razón o tener éxito, cuando ambos deberían ir de la mano?

No es una elección de descarte. Es un enfoque estratégico para el cambio. Evidentemente el éxito en el avance social pretendido va de la mano de unas razones, tiene un fundamento. No renuncio a ello ¡en absoluto! Lo integro plenamente; pero no podemos perder de vista hacia dónde nos llevan nuestras acciones y priorizar.

Cuando una está muy convencida de sus ideas, de cómo le gustaría que fueran las cosas, a veces pierde de vista lo esencial: preguntarse si lo que está haciendo contribuye en el concreto entorno en el que actúa a avanzar en esa igualdad deseada, o se acaba percibiendo como un sermón que no abre miradas ni estimula adhesión alguna. Nuestras acciones no impactan en un entorno neutro, tampoco en el entorno de lo que personalmente pensemos que “debería ser”. Hay que salir de ese marco mental y ver el entorno real. No solo verlo sino respetarlo. De otro modo creo que no es posible sembrar de verdad un cambio. Se pueden aprobar leyes -y la legislación es muy importante- pero la igualdad real pasa por el terreno social.

Hay algo que nos encanta de tu artículo, y es cuando hablas de que la mujer pueda destacar desde un espacio de “todos”, y no un espacio sólo de mujeres. Hasta que no lleguemos a eso, es imposible contar una igualdad real, ¿verdad?

Así es. Podemos ser más audaces, soltar complejos limitantes. No se trata de culpabilizarnos, pero sí de ser conscientes de esa eventual contribución -aunque no sea pretendida- a mutilar nuestro despegue, porque esa conciencia es un poder propio también. En ocasiones es más cómodo crear espacios de mujeres en relación con cualquier tema (derecho, arte, ciencia…) pero eso es una vía de limitado recorrido. Lo que queremos es ser parte de todos los procesos de conocimiento y de toma de decisiones, por tanto, necesitamos coprotagonizar los espacios mixtos, y emplear denominaciones genéricas, lo que aportamos no es para un grupo sino para la sociedad entera. Lo contrario es como ser las reinas de los márgenes.  Hay que aspirar a que las mujeres ocupemos lugares en todos los espacios de conocimiento y poder, no solo participando en ellos, sino creándolos y liderándolos.

Cuestión diferente es que sigamos necesitando redes de comunicación y apoyo entre mujeres. Mientras existan discriminaciones que conlleven un desequilibrio tan grande son muy necesarias estas redes. Personalmente estas redes de complicidad, intercambio y apoyo me resultan vitales; y las disfruto mucho porque además de compartir retos nos reímos.

También hablas de que ha habido un frenazo en esa ilusión por pelear por el feminismo y la igualdad de derechos. ¿A qué se debe?

A la polarización, al sectarismo político y a dejar de celebrar.

Se pretende fusionar recurrentemente el feminismo a otras causas, desde el convencimiento de que todas convergen en un sistema que genera diversas injusticias estructurales. Esto admite matices y visiones, pero incluso estando de acuerdo, si condicionamos cada paso en una dirección a la necesidad de estar de acuerdo en todo un programa político-social sobre varias causas desde luego excluimos a muchas personas que realmente quieren avanzar en combatir la discriminación.

Adicionalmente está la gran brecha abierta a propósito de cómo se han abordado los derechos de las personas trans y el problema de la prostitución o su abolición. Es inaudito que se haya llegado a tal nivel de animadversión y agresividad a cuenta de las diferentes posiciones; cuando creo que, si hiciéramos una lista de los elementos base de cada uno de estos retos sociales, habría un consenso esencial en la mayoría de ellos; sin embargo, está primando imponer una visión sobre entender el sufrimiento humano y cómo ofrecer soluciones.

En ambos casos se supedita el éxito social de avanzar en igualdad a una concreta visión sin prácticamente admitir debate sereno.

Finalmente, me parece fundamental que podamos celebrar lo que nos une, que es mucho,  dejar de estar siempre con el discurso arrojadizo contra otras (u otros) y abrazar que la acción en favor de la igualdad nos supere por su propia expansión.

¿Sientes que estamos llegando a un momento en el que incluso damos pasos atrás en cuestiones de feminismo por culpa de la polarización que protagoniza la actualidad política?

Existe el riesgo, por varias razones, principalmente veo estas:

La primera, que tenemos autoridades que actúan desde la atalaya institucional como si estuvieran en un activismo sectorial, atribuyéndose la representación de todas las mujeres feministas. Se pretende además mimetizar un concreto partido político con el feminismo. Además de no corresponderse con la realidad histórica, es muy reduccionista del feminismo. Esto genera desapego en quienes no se identifican con esa opción política. De una Ministra una espera otro rol. Activistas hay muchas, ministras de igualdad una, y optar por mermar su valor institucional tiene un coste más allá de sí misma y de su opción política, para el conjunto.

La segunda porque crecen los discursos conectados con lo que deben querer las mujeres (feministas). Personalmente me genera un gran hartazgo. Históricamente siempre se han utilizado los argumentos relacionados con el contenido de las elecciones de las mujeres para justificar limitaciones a nuestra libertad: ya sea con normas formales (por ejemplo, en los debates sobre el sufragio de las mujeres se cuestionaba el derecho al voto según el sentido en que creían iban a votar las mujeres); ya sea con normas informales (cuestionar las horas o lugares en los que está una mujer en la calle por lo que pudiese hacer o parecer). Asistimos actualmente a muchos discursos institucionales sobre lo que deberían ser nuestras elecciones, cuando el avance en igualdad requiere apoyar la libertad sin cuestionar la razón moral de las elecciones de cada una. Otra cosa son los límites al ejercicio de la libertad que se tienen para no colisionar con otras libertades o derechos, o para no explotar situaciones de necesidad pero ahora no me estoy refiriendo a esto.

La tercera. Se señala a quienes no actúan como ciertas voces quieren como si fueran enemigos de la igualdad. Ahí se genera rechazo hacia muchas personas que podrían ser aliadas de esta necesaria causa común. Se las expulsa. Tanto a mujeres como a hombres, que parece que no pueden estar a la altura del canon exigido. Incluso cuando la posición de varón les hace beneficiarios de ciertos privilegios sociales, esto se debe explicar de forma estructural, no atizando a varones individuales como si encarnaran el mal por su condición, ni confundiendo ciertos deseos de muchas como imposiciones de los hombres. Por ej. asociar el disfrute de la sexualidad frívola exclusivamente a los varones es un grave error que en realidad proyecta una visión limitada de las mujeres.

La cuarta. Se evita abordar cuestiones relacionadas con el sexismo que perjudican a los hombres. Hay también mujeres que utilizan sus posición (con todo su rol de género) para no ceder en decisiones de crianza, por ejemplo. Esto es perfectamente compatible con que sigue habiendo una discriminación estructural que perjudica a las mujeres respecto de los hombres; pero no por ello deben soslayarse otros debates y ser conscientes de que las consecuencias de un divorcio por ej. pueden ser injustas también para varones. Estamos en un momento de evolución social, afortunadamente de mayor equidad y, sobre todo, de gran diversidad en función de las familias; no tiene sentido actuar como hace treinta años.

Finalmente, se instrumentalizan debates sobre derechos cruciales para la vida de las mujeres porque interesa atizar políticamente. Quienes realmente están en contra de la igualdad -que son minoría, pero los hay- aprovechan los efectos de lo anterior para ridiculizar las discriminaciones persistentes o justificar medidas regresivas. Los avances generan reacción defensiva y lo estamos viendo a nivel global.

Por último, ¿qué conclusiones sacas de tu estudio? ¿Crees que podemos retomar esa ilusión que había por el feminismo entre el 2017 y el 2019?

Así lo creo. Se trata simplemente de mi observación y reflexión, atravesadas por una combinación de realismo y optimismo.  Habíamos avanzado tanto, que sigue habiendo muchas personas dispuestas a sumar con otras.

Deseo con urgencia un cambio de estilo en algunas de las voces predominantes en el debate político-social.

Podemos superar el debate de dogmas y seguir visibilizando las dificultades, con esa energía creadora de lazos. Esa que permite que una mujer cuente en su entorno que en un acto de trabajo un cliente le ha babeado el cuello cuando iba a entrar a una reunión. Porque esto no lo sufren los hombres, pero las mujeres sí están expuestas, y muchos hombres son aliados para reducir el poder de quienes lo hacen, que son una minoría, aunque enormemente dañina. Necesitamos volver a activar esa corriente liberadora.

Creo que hay tres claves. Poner el foco más en los hechos (estructurales e individuales) y juntas, juntos, buscar las soluciones, frente a la praxis de imponer la visión única. No tener miedo al acuerdo desde posiciones diversas. Visibilizar avances normalizándolos.

Me parece que solo desde ahí se puede expandir un feminismo en favor de la generación siguiente. Hace falta generosidad para ello, desprenderse de la apropiación de la causa.

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