Pilar Herráiz nos habla de sus novelas publicadas, «Los vértices de la locura» y «Paseando en una Harley»
¿Quién es Pilar Herráiz?
Te diría que Pilar Herráiz es escritora la mayor parte del tiempo, vocacional y por necesidad, aunque, como suele ocurrir, la vida le ha exigido ser muchas cosas más y a estar en muchos sitios a la vez, restando, muy a su pesar, momentos a la literatura.
Soy (ahora en primera persona) optimista y vital. Hecha de contrastes y contradicciones. A veces loca, a veces cuerda. Con gran sentido de la ironía y una pizca de ingenuidad. Casi siempre ando flotando en mi mundo interior. Introvertida, como muchos artistas, pero con ganas de extroversión. Estoy haciendo algún progreso en ese sentido y a veces consigo “engañar” al mundo y no parece tímida.
¿Cómo nace mi vena escritora?
Yo creo que nació conmigo. Desde pequeña estaba siempre fabulando, inventando y actuando. A los diez años empecé mi primera novela larguísima e inacabada. Aquello fue un gran ensayo y todo un entrenamiento. En clase siempre se leían mis redacciones las primeras y tenían una alta puntuación, cosa que, por supuesto, me fue animando a seguir. Crecí y escribí sin parar, pero me costó años y romper muchos folios hasta logar algo medianamente digno. Tardé mucho en dar a conocer mi primer trabajo.
¿Cuántos libros has publicado?
Dos, “Los vértices de la locura” y “Paseando en una Harley”. Pude haber publicado más en todo este tiempo, pero, como dije antes, a veces la vida exige demasiado y debes atender a otras prioridades.
Ahora que dispongo de más tiempo me he propuesto sacar a la luz muy pronto trabajos que tengo muy avanzados ya.
¿Qué es lo que más destacarías de “Los vértices de la locura”?
La fragilidad del ser humano, desde el punto de vista psicológico. Uno cree estar a salvo y que ciertas cosas van con los demás, que los “raros” son los otros. Sin embargo, si nos analizásemos de manera exhaustiva y arañásemos dentro de nosotros, tal vez veríamos comportamientos que rebasan ciertos límites, por sutiles que sean, y van más allá de esa normalidad en la que a todos nos han enseñado a creer.
La novela en sí habla mucho acerca de los comportamientos psicológicos y sociales, pero que no se asuste el lector, no es un tratado de psicología, es una novela al uso, podría encuadrase en un ámbito social y urbano, con todos los elementos de una novela de ficción.
¿Y de “Paseando en una Harley”?
Esta novela es como la vida, un puzzle maravilloso, tiene claroscuros muy potentes. La vida se encarga de atropellarte y de darte después el vendaje para que te cures. Es lo que destacaría en esta historia. A lo largo de sus páginas podemos descubrir distintos escenarios, sensaciones varias y sentimientos mezclados, amor, bondad, buenos actos, malos actos, sombras y luces. Y eso es el prodigio de la vida misma. Nadie se escapa de sus tentáculos y, por tanto, nadie está exento de que le pasen cosas buenas y cosas malas, de estar arriba o de estar abajo, como a los personajes de esta historia.
Esta novela va cogiendo fuerza a medida que el lector se adentra en ella, y podrá darse cuenta de que, al final, todo queda perfectamente encajado y en su sitio.
¿Cuánto tiempo te ha llevado escribirlo?
El primer libro, “Los vértices de la locura” me llevó algo más de tiempo porque, una vez escrito, lo dejé reposar, como yo digo, y pasados unos meses lo corregí. Pero, no contenta con el resultado, volví a dejarlo reposar y lo volví a corregir mucho después. Son cosas que solemos hacer los escritores. En todo ese proceso supongo que perdí al menos cinco años.
“Paseando en una Harley”, sin embargo, fue todo más rápido, más sencillo. Escribirlo no solo no me costó trabajo, sino que además fue una experiencia de lo más agradable. Disfruté con todos los personajes, me impliqué con todos y no podía dejar de escribir y avanzar. Con este libro, contando con las correcciones y demás, tardé unos tres años.
¿Qué opinas de la sociedad actual para el trabajo de escritor?
Hay mucho ruido y poca calma. Los lectores se dejan influenciar por las tendencias, no parecen tener criterio propio, sobre todo los más jóvenes, pero eso es normal, nos ha pasado a todos. Además, tengo la sospecha de que hay más escritores que lectores, el mercado está saturado, no sé si hay cabida para todos. A veces, incluso, hay mucho circo alrededor de los libros y de la literatura. Todo el mundo quiere ser escritor, o bien porque tiene algo que contar (en realidad todos lo tenemos), o porque cree que puede hacerlo bien y puede llegar a gustar, o porque está de moda y tiene la creencia de que va a logar ganarse la vida con ello. Otros, sencillamente, quieren ser escritores porque han nacido así, narrando prácticamente en la cuna, y no se plantean nada más. Eso sí, creo que el camino es duro para todos.
¿Qué consejo te gustaría darle como escritor a tu yo de hace unos años?
Dos consejos. Uno, me hubiera gustado decirle a esa yo joven que no se debe perder el tiempo con relación a la escritura ni dispersarse tanto, la vida pasa pronto y cuando somos jóvenes pensamos que nos queda mucho aún. Erróneo. El tiempo que pasa, pasa y no se recupera.
Y dos, no hacer caso de las voces externas que no valoran lo que haces y quieren apartarte de tu camino. No permitir que te llenen de inseguridades. Normalmente esas voces están en otra onda o tienen otros enfoques, o, sencillamente, poseen otras miras y no tienen nada que ver contigo, pero pueden hacer mucho daño. Nadie debe acallar talentos, aficiones y sueños. Pero de eso te das cuenta al cabo de los años, al menos en mi caso.
¿Qué autores te han inspirado más a la hora de escribir?
Muchos. Depende también en qué momento de mi vida. Pero te puedo nombrar algunos. Vamos allá. Esther Tusquets, Rosa Montero, Sándor Márai, Javier García Sánchez, Carmen Laforet, Ignacio Martínez de Pisón, Luisgé Martín, Carmen Amoraga, kafka. Son muchos, ya lo sé, pero aún quedan más.
¿Dónde se puede conseguir tus libros?
Ahora mismo solo en Amazon, en formato kindle o papel.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Sí. Tengo dos trabajos entre manos y estoy muy ilusionada. Uno de ellos va a ser algo nuevo para mí porque se trata de un libro de relatos, y es la primera vez que me atrevo con esto, yo soy más de novela larga. He trabajado estos relatos con muchas ganas porque se desarrollan en un ambiente surrealista, estrambótico y algo esperpéntico, y eso me ha permitido echar a volar la imaginación como nunca antes lo había hecho. ¿Acaso seré yo un poco surrealista también?. Es broma, no lo sé, qué más da. El título de este libro, de momento, no lo puedo revelar, es una sorpresa para más adelante.
El otro trabajo es una novela, sí, la cabra tira al monte, la novela es lo mío. Tiene un título sugerente (este sí lo puedo decir). “La Escalera de Lucifer”, así es como se va a llamar. Como el propio título indica, la historia es una especie de descenso a los infiernos en forma de actos perversos, debilidades humanas y bajos instintos. Se desarrolla dentro de un ambiente tóxico y malvado, y aunque lo he aliñado con ingredientes oscuros, como no podía ser de otra manera, droga, vicio, mafias etc, también podemos encontrar momentos más tiernos y amables con una gran historia de amor de fondo. Pero no desvelo más. Ya habrá tiempo más adelante. Solo diré que la protagonista es una mujer, una mujer malvada de esas que tanto me gustan a mí.
Para terminar, ¿nos recomiendas alguna lectura?
Sí, tengo algunas recomendaciones.
La que no puede faltar, y siempre la recomiendo, es “Los Renglones Torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena. Es un imprescindible y una lectura, bajo mi punto de vista, obligada.
Falta Alma, de Javier García Sánchez, un prodigio de novela, como casi todo lo que él hace.
Los Amantes de Silicona, de Javier Tomeo, trepidante historia.
La Mujer Justa, de Sándor Márai, maravillosa e inigualable.
Cuando ya no estés, de Mariel Norambuena, un talento de escritora muy desconocida, por desgracia.
El mayor espectáculo del mundo, de Félix J. Palma, brillante, sin duda.
La Gangrena, de Mercedes Salisachs, un clásico bellísimo e imprescindible.
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