Hablamos con Salva Menéndez sobre su obra “Encargo al viento” publicada con Círculo Rojo
En tu novela “Encargo al viento”, describes el protagonismo tanto de la lectura como de la escritura en tu vida. ¿Cómo influyen estas dos pasiones en tu proceso creativo y en la historia que has creado?
Lectura y escritura se combinan en mi vida. Y en las dos actividades encuentro placer en gran medida. En el día a día, la lectura se me hace más necesaria, porque es un momento de paz, de retiro, y también, de confianza. Es un dejarme llevar por la mano de otra persona; en este sentido, mi realidad siempre tiene un acceso a la emoción. Y contemplar el milagro de la lectura consiste en ver como la rutina, con todas sus exigencias, se abre en dos, y camino por medio de ella en un paseo que deja atrás cualquier cosa que me recuerda o me hace sentir esclavo de la tiranía de la obligación. Para mí, leer es un armisticio donde se reconcilia todo lo que hay entre la vida y la muerte, ambos extremos cierran un pacto cuando un libro se abre. Y ahí, en las orillas de una página, veo un horizonte distinto. Leer, irremediablemente, influye. Cuanto más expuestos estemos a los libros, más vamos a sentir cómo estos obran a la hora de escribir. Sin querer se aprenden muchas cosas, y una de ellas es a escribir bien; a partir de ahí, todo consiste en reescribir, en mejorar y encontrar nuestra expresión propia. “Encargo al viento” es una novela muy personal, pero en algunas partes se aproxima a lo metaliterario, es decir, alude a otros libros, en especial a uno, cuyo final me llevó a una reflexión que vino a resultar en una de las principales temáticas de mi historia.
Como albañil de oficio, ¿cómo ha sido el camino de transición hacia el mundo de las letras y la escritura? ¿En qué momento te diste cuenta de que querías estrechar tu vida a este ámbito?
Más que transición, lo que aún hay es compaginación. Albañilería y escritura se alternan, e intento encontrar en el oficio obrero similitudes que me ayuden a relacionarlo con en el oficio de la palabra, así estrecho el abismo. Creo que las palabras, como los ladrillos, son imprescindibles para la construcción de obras. A veces tengo las manos llenas de cemento, y otras veces las tengo llenas de tinta. Si el cemento y la tinta se emplean bien, siempre habrá un lugar de amparo. A mí me gusta la albañilería, empecé con mi padre, a él debo todo lo aprendido. Le admiré. La dedicatoria del libro es hacia él y un profesor, y cuando me refiero a mi padre uso una imagen típica de la construcción para tratar de explicar la manera en cómo ha marcado mi vida. El palustre siempre será vínculo entre él y yo, pero la pluma es el vínculo con mi pasado, con mi presente, y espero, con mi futuro. Así que, hasta que Dios quiera, en una mano sostendré el palustre, y en la otra, la pluma. Puede que algún día suelte algo, no lo sé.
Alguien dijo una vez que hay dos días que son los más importantes en la vida de una persona, el día en que nace, y el día en el que descubre por qué nace. En mi caso, me doy cuenta de que la escritura es mi pasión cuando, por más que busque, no encuentro una vía de expresividad mejor, y por ello creo que no es cuestión de un momento concreto, sino de una serie de momentos, de un proceso; en el que voy entendiendo que al escribir puedo ser más yo que cuando levanto un tabique, y esto, sí lo sé.
¿Cómo describirías el tema central de “Encargo al viento” y qué te motivó a contar la historia de Santiago Nadiés y su búsqueda por cumplir los sueños de su padre fallecido?
El tema central quizás sea el del sacrificio. Estamos dispuestos a sacrificar o sacrificarnos por tal de conseguir. Siempre. La vida tiene sus cruces. Los sueños tienen su dificultad. Pocas veces hay ofertas en los sueños, casi nunca bajan de precio; su etiqueta dice: “esfuerzo”. Si no tenemos esa cantidad, nunca serán nuestros. Y en este punto, novela y vida, imaginación y realidad, tiran de épica. Es admirable apreciar la disposición que tenemos a la lucha, y también triste, porque el sacrificio deja heridas, algunas leves, otras profundas, y algunas mortales. Realmente, tengo en cuenta una temática variada, porque de alguna manera, “Encargo al viento” es un intento literario de abarcar lo inabarcable: lo que sucede en la vida antes del fin, pero este, el sacrifico, es un tema que destaca por las decisiones que toma Santiago, el protagonista.
La historia se cuenta porque tengo la necesidad de vaciarme de sufrimiento y llenarme de consuelo, pero cuando me puse con su índice, fue adquiriendo la forma de una parábola universal que pretende comprender los sueños y sus etapas, y aquí, puede que nos veamos identificados con la ilusión, el entusiasmo o la vitalidad, el cansancio, el cuestionamiento de Santiago, que enfrenta la variedad de formas que adopta la vida cuando uno emprende algo. También porque busco a quienes ya no existen, y eso me incluye, al niño que fui. Cuento para revivir.
En la novela, Santiago está dispuesto a sacrificar el amor de su vida por su proyecto. ¿Qué te llevó a explorar esta dinámica entre el cumplimiento de los sueños y las relaciones personales?
En este caso quiero mostrar la equivocación. A veces ocurre que algo nos obceca, y la lástima es que ese algo nos puede impedir ver a alguien. Es verdad que en la novela, por culpa de un prejuicio, Santiago no se atreve a dar un paso hacia Lola Reina, su amor desde que la conoció en Torrefuerte (el pueblo secundario donde todo ocurre), eso influyó; pero el proyecto que tiene por delante en Larralla (el pueblo principal, el de su infancia) le ilusiona, y él entiende que es temporal, que regresará cuando lo acabe. Lo que no sopesa es lo que puede ocurrir en el transcurso del tiempo. Lo que me lleva a explorar esta dinámica del dilema (tiene que darse) es la felicidad. ¿Dónde está? ¿En la realización, en el trabajo? ¿En el amor, en la entrega? Está en ambos extremos, pero, ¿hay más en un extremo que en otro? ¿Qué si tuviéramos que decidir? Imagino que todo depende de la escala de valores de cada cual, yo intento defender aquí la intuición de que hay más felicidad en las relaciones que en las realizaciones. No creo que exista un proyecto capaz de hacernos sentir lo que se siente en un abrazo de quien nos ama. Pero, quizás no solo se equivoque Santiago, también puede que me equivoque yo.
¿Cuál fue el mayor desafío al escribir “Encargo al viento” y cómo lograste transmitir ese compromiso con la calidad y la dignidad literaria que mencionas?
El mayor desafío es tratar de ser uno mismo, hallarse real en medio de la ficción. Pulir el metal hasta que se vea tu propio rostro reflejado allí. Reconocerse. Que la historia tenga un sello, el que le otorga nuestra personalidad única. Y ser paciente ante el folio. Eso es. Lo que más me cautiva de la hoja en blanco es que no me reprocha, que no tiene prisa, que no espera la inmediatez de mi respuesta, que no me juzga cuando me equivoco, que no me hace sentir inútil cuando corrijo; espera nuestro vuelco, y en esa espera, creo que consigue acercarme a lo preciso, a lo que quiero decir y cómo. Y esa es la aspiración, que aunque el libro guste más o menos, pueda transmitir que hay detrás de todo un gusto por la estética narrativa.
Como lector y escritor, ¿qué autores o influencias literarias han dejado una marca en tu estilo y en la forma en que abordas tus historias?
Me gusta mucho Charles Dickens, es un narrador maravilloso. Hablo en presente porque cuando leo, no tengo consciencia de que algunos ya estén muertos. Stefan Zweig, quien posee un estilo bellísimo. Miguel de Cervantes, con su Don Quijote, y como parece que su alma no tiene fondo cuando de comprender la vida se trata. Ignacio Aldecoa cuenta increíblemente bien. Olivia Shakespear, a la que le falta una “e” para haber sido inmortal, me impactó con una novela corta que se titula La hora de la belleza. Al acabar su relato solo sabía repetir: “¡cómo escribe esta mujer!”. William Peter Blatty, con El exorcista, me deslumbró y alumbró como narrador. Ahora mismo me encuentro con varios abiertos a la vez, uno de Gloria Fernández Rozas sobre el oficio de escribir, de la que me encanta su expresión, Luis Cernuda (para mí, El marqués de seda), el cual me hizo llorar con un fragmento de 0cnos, y con Pascal Quignard, autor muy profundo, al que no le preocupa nada (interpreto) el mercado, escribe por conocer, y eso inspira; su escritura es como de porcelana, reluciente, distinta.
¿Qué esperas que los lectores encuentren en “Encargo al viento” y cómo crees que tu novela puede resistir los cambios de moda y gustos literarios?
Espero que encuentren fragmentos de esencia humana esparcidos. Reflexiones, sentimientos, recuerdos, diálogos, ironías, intenciones que lleven, a su vez, a pensar, a sentir, a rememorar, a disentir, etc. Provocar algo. Eso espero. Si los lectores encuentran algo útil, algo bueno, algo digno, algo con lo que intensificarse; algo por lo que llorar, o sonreír con esperanza, entonces creo que seguirá de pie. Mientras cale y se arraigue en otra vida, no pasará. La moda va y viene, pero la vida, con sus problemas, miedos, vacíos, anhelos, ilusiones, es la misma siempre. Espero que encuentren un homenaje a lo cotidiano, a lo común, a lo que nos es familiar a la mayoría.
¿Cómo ha sido la recepción de tu novela hasta ahora? ¿Has recibido alguna respuesta significativa por parte de los lectores?
Estoy muy contento, de verdad. Muy agradecido por la respuesta de mi entorno y la confianza. Tanto antes como después de la publicación, he recibido opiniones e impresiones que me han animado a proseguir. Como las recibí en intimidad, me las guardo para mí. Allí se quedan, en el corazón.
Mencionas haber estudiado escritura creativa para mejorar tu composición de textos. ¿Cómo ha influido esta formación en tu desarrollo como escritor y en la creación de “Encargo al viento”?
Sí, realicé un curso de formación que tenía un programa de estudios muy completo. Y, algunas semanas de cada verano, desde hace cuatro años, sigo reciclando conocimientos leyendo libros de esa temática. Me gustan mucho. Aprendo. Como he dicho, estoy con uno sobre la corrección de textos de Gloria Fernández que es excelente. Considero que es lo que tengo que hacer, si amo la escritura, la escritura tiene mucho de oficio, y el mejor, la mejor, puede perfeccionarse.
“Encargo al viento” se escribe bajo ciertos arrebatos. Y cuando ocurre que uno está metido en faena, no tiene mucho en cuenta las técnicas de escritura creativa; me refiero a que no pienso en ellas. Escribo, y ya está. Pero, luego, al tomar distancia y repasar todo, se detectan los errores. Una persona de confianza puede hacer las veces de un libro sabio, pero considero importante la formación reglada, no reglada o autodidacta (la que cada uno/a se pueda permitir), en este oficio. Es una inversión que tendrá muy buenos resultados. Surgirán mejores manuscritos.
¿Tienes algún ritual o hábito particular durante el proceso de escritura? ¿Cómo abordas la delicadeza y responsabilidad de plasmar lo íntimo en tus historias?
Para escribir, creo que no. Estoy acostumbrado a escribir con el ruido de fondo de mis hijos, y de la calle. Es verdad que, en algunos momentos, refunfuño, me quejo y suspiro por silencio, pero creo que tengo que adaptarme a ellos, y no ellos a mí. Cuando no tengo ese jaleo en casa, ¡lo echo de menos! Sin embargo, para leer, sí. Muchas veces leo en función del calendario o las estaciones, hay lecturas que se me antojan más según qué época; y cuando el ambiente acompaña, disfruto más. En Navidad (incluso antes), por ejemplo, me gusta leer a la luz de una vela. Dejo a todos preocupados en casa, no vaya a ser que me quede dormido y ardan las cortinas. Por eso, siempre la soplo cuando noto que se me caen los párpados.
Y sobre la delicadeza y responsabilidad de escribir sobre lo íntimo, intento hacerlo con el máximo respeto. La intimidad es sagrada, no me atrevo yo a invadirla, solo a contar lo que me incumba. Y al contarla, se tiene que tener tacto. Es la reverencia de la escritura, que cuenta, sí, pero de forma sensible, ocultándose en la ficción, nunca violando principios de la vida real.
Además de “Encargo al viento”, ¿tienes otros proyectos literarios en mente o en desarrollo? ¿Nos puedes adelantar algo sobre ellos?
Sí, ahora mismo estoy corrigiendo unas notas y meditaciones personales, y en cuanto las acabe, me pondré con una obra que vendrá a traer más perspectiva a “Encargo al viento”, no es una secuela, más bien es como una especie de precuela, que vendrá a completar ciertas lagunas. No quiero decir que “Encargo al viento” esté incompleta, para nada, es solo que me apetece seguir en Larralla, con otras vidas, con otra historia; pero que tiene relación, sin duda. Y quienes hayan leído “Encargo al viento”, puede que entiendan por donde van los tiros.
¿Qué consejo le darías a otros escritores que están comenzando su viaje en el mundo de las letras y buscan encontrar su voz y comprometerse con la calidad literaria?
El mejor consejo que yo daría no es mío, y por eso lo doy; es el que encabeza el libro de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, y lo da Juan Ramón Jiménez:
“Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado”.
Está muy bien conocer la técnica, pero la creatividad no está sujeta a nada, ante tal don no hay ley. Una pizca de rebeldía. El folio siempre está en blanco, inocente y virgen para el arte.
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