El exitoso escritor Vicente Vázquez, nos presenta su obra «Cicatrices»
¿Quién es Vicente Vázquez?
Soy un jubilado que se ha pasado 45 años trabajando en la administración pública, la universidad y la empresa privada. Y tengo que decir que de las tres experiencias me siento orgulloso y me han aportado cosas importantes. El INE, la UCM, Renfe, Indra y la Comunidad de Madrid; y por este orden.
Cursé el bachillerato en el internado del colegio La Salle de Palencia; la licenciatura de Ciencias Económicas en Bilbao, y un máster de Estadística e Investigación Operativa en la UCM.
¿Cómo y cuándo surgió tu vocación literaria?
Antes de aventurarme en la creación literaria, sintiendo la necesidad de escribir, fui colaborador habitual del Diario INFORMACIONES, donde publiqué artículos de economía, y también en Cuadernos Para el Diálogo, donde también publiqué artículos de actualidad política y social.
A comienzos del año 2021 publiqué mi primera novela, «A la vuelta de la esquina»; y el año 2022 publiqué mi segunda novela, “Cicatrices”.
He escrito siempre que he sentido la necesidad de fijar mis emociones, como si la palabra escrita fuese la garantía de que estoy vivo y el registro fidedigno de mi paso por este mundo. Releo notas del pasado y vuelvo a sentir las emociones que las motivaron. Como casi todos, cuando uno es un adolescente y se enamora, escribe poesías, ¿o no? Yo lo hice. Pero al margen de esa primera pulsión, es importante sentir la necesidad de la lectura. Leer un libro es como encender la luz que tiene dentro. Esta frase tan evocadora se debe a Erri de Luca. La verdad, tenemos mucha suerte de poder leer a tantos y tantos grandísimos escritores. No se trata de emularlos, salvo en una cosa, en contar historias autenticas que trasmitan sentimientos auténticos, y hagan la vida más interesante y soportable.
Toda la vida trabajando como economista y ahora te pasas a la ficción. ¿Por qué ese cambio?
Lo primero que tengo que decir es que la economía se dedica al estudio de los comportamientos de las personas y esos comportamientos obedecen a un conjunto de expectativas, las cuales entran más dentro de la ficción que de la realidad. Por otra parte, uno está en la vida de una forma integral, no por partes. O sea, no se puede ir de economista o de químico, o de lo que sea. Uno es, antes que nada, un ser humano y la profesión es algo que se adquiere cuando ya está formado el carácter. Yo he dedicado mi vida profesional a la economía y la estadística, pero podía haber sido perfectamente camionero, o cualquier otra cosa. Por supuesto, historiador o escritor. Esa versatilidad es muy importante para un escritor, porque es necesario apasionarse con los personajes, y los hay de toda clase y condición. La ficción nos permite jugar a ser quien de verdad no somos, meternos en la piel de los otros y aceptarlos tal como son. Yo, por supuesto, trato de que mis personajes sean como yo creo que deben ser, de acuerdo con el guión que he trazado previamente, pero cuando mis personajes ya están creados toman sus propias decisiones que el escritor debe respetar y tratar de entender por qué se comportan de una forma que no estaba prevista. Creemos vivir en una realidad incuestionable, pero no es cierto, la realidad es diferente según quién sea el que la considere, siempre resulta ser una mezcla de realidad y ficción cuyas partes son imposibles de separar, tan íntimamente fusionadas como una aleación de metales fundidos simultáneamente.
¿Has querido trasmitir en tus novelas la sensación de lo imprevisible? ¿En qué medida son filosóficas?
No creo que mis novelas tengan un planteamiento filosófico. Más bien son novelas emocionales y nostálgicas. Como si la realidad se nos fuese de las manos y uno quisiese atraparla en recuerdos que se fijan a través de las palabras. Pero es verdad que los sentimientos son tan poderosos e inevitables que no nos queda más remedio que aceptarlos, como única forma de mitigar el sufrimiento que nos puedan causar. Estamos siempre a medio camino entre el azar y la necesidad. Hay quien piensa que el azar no existe, pero sin azar ¿cómo explicar lo inexplicable? Por la fuerza del destino, ¿tal vez? Yo creo que la vida es mucho más frágil de lo que queremos creer y el número de factores que la condicionan infinito. Por tanto, no está de más la humildad.
¿Por qué el título de tu primera novela: “A la vuelta de la esquina”?
Pudiera parecer como si, a la vuelta de la esquina nos estuviesen esperando nuestros fantasmas del pasado. En realidad, en mi novela no me refiero a esa clase de fantasmas, sino a los acontecimientos imprevisibles e inevitables que hacen que la vida sea una especie de ruleta de la fortuna. Puede suceder que, de repente, todo se quiebre, por una enfermedad, una bancarrota, un accidente, incluso un asesinato…, o lo que sea. No sabemos por qué pasan estas cosas. Hay factores catalizadores, desde luego, como la inseguridad ciudadana, la incultura, la pobreza, el rencor, el odio, la envidia y un largo etcétera. Estos son los fantasmas que he querido representar metafóricamente con los cuatro jinetes del Apocalipsis, pero con un rayo de esperanza, ya que, como dice el texto sagrado, el jinete del caballo blanco trae la muerte de la carne y la resurrección del alma.
A la vuelta de la esquina abarca un largo periodo que comienza en la Primera República y termina en la transición a la Democracia. ¿Se trata de escenarios superados, o crees que siguen latentes en la actualidad?
Sí y no. Quiero decir que la historia nunca se repite de idéntica forma, pero cuanto más la desconocemos más probable es que se repitan sus consecuencias más indeseables. El escenario actual tiene bastante que ver con nuestro pasado inmediato, y me parece que cien años no son suficientes para cambiar demasiado las cosas. Muchos fantasmas del pasado siguen gozando de muy buena salud. Me refiero a los pecados capitales de los españoles; la envidia, la corrupción política, la intransigencia, etc. Por otra parte, la memoria colectiva está cosificada. Cada uno de nosotros tenemos una idea preconcebida de cómo se ha desarrollado nuestra realidad sociopolítica y no estamos dispuestos a cambiarla a ningún precio. En ese sentido muchos de nuestros problemas pasados siguen estando presentes. El sonido monocorde actual de los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, recuerda a la ominosa Ley de Defensa de la República, de tiempos de Azaña. Por otra parte, la palabra democracia se ha vaciado de contenido. Todos presumen de ser demócratas, lo mismo da que defiendan o no el imperio de la ley, o la separación de poderes. Cada cual hace de su capa un sayo y dice dogmáticamente lo que es o no es democrático. Este es otro de los aspectos importantes de la vida pública que no han sido superados. ¿Puede haber un mayor esperpento que pretender, contra lo que dice la Constitución, la independencia de partes del territorio nacional? ¿Se puede decir que es democrático el sistemático debilitamiento del poder judicial? Es por eso que yo creo que buena parte de los escenarios políticos de nuestro pasado más reciente no han sido superados.
Sin embargo, en mi novela, dentro de los escenarios históricos donde se desenvuelve la acción, lo fundamental son las historias de amor. Vamos a ver, cuando uno se enamora no sabe demasiado bien cómo es la persona de la que se enamora. No siempre sucede así, pero suele ser bastante habitual. El amor es el sentimiento más poderoso que tenemos. Quizás a veces demasiado efímero, pero irresponsable, generoso y arriesgado. En mi novela, se enamoran un niño bonito de la burguesía y una viuda de un militar de baja graduación; un negro haitiano que huye de la sanguinaria dictadura de Trujillo y una cajera de Barcelona; un dandi burgalés de clase acomodada y una pueblerina, también viuda de guerra; y podría seguir. Al margen de los sistemas políticos bajo los que uno viva, enamorarse es un asunto de primerísima necesidad y eso hace que sea compatible con la monarquía, la república, la dictadura, la transición democrática y todo lo que pueda venir, conocido o por conocer. O sea que, para no salirme por la tangente, diré que mi novela es una ficción histórica cargada de sentimientos apasionados y, entre ellos, los más importantes, los que hacen referencia a la parte más noble del ser humano, la amistad, la solidaridad y, por supuesto, el amor.
Hablemos de tu obra más reciente: “Cicatrices”. ¿Qué se esconde detrás del título?
Me refiero, por supuesto, a las cicatrices del alma. Son las que dejan huella en los sentimientos, en la capacidad de asimilación de los reveses de la vida, las frustraciones, humillaciones, traiciones y engaños. Las heridas que provocan estas conductas se curan más despacio que las heridas físicas y dejan, casi siempre, una huella imborrable en nuestro cerebro. No sé si también en el alma, pero sí en nuestra memoria neuronal. Por eso es tan importante el proceso de sanación, para que no queden resquemores ni odios. Para poder estar en paz con el mundo y con nosotros mismos. Cuando las heridas ya están curadas se convierten en cicatrices, que son los signos externos de lo que hemos vivido. Son las insignias que clavamos en el lugar más visible de la guerrera, para dejar claro que hemos salido victoriosos, con honor, de las batallas que nos ha tocado vivir.
Tu infancia parece estar llena de cicatrices. ¿Por qué?
No es que mi infancia esté llena de cicatrices. No quiero exagerar. También está llena de experiencias maravillosas. Vicente Aleixandre hablaba de la infancia como el Paraíso perdido y cuando yo se lo oí decir me sentí plenamente identificado. Por eso cuando me lo arrebataron me dolió tanto. Mi paraíso perdido estuvo en Guardo, un pueblo de la montaña palentina. Tengo algunas cicatrices importantes, que han condicionado bastante mi evolución personal hacia la madurez. Todas tienen que ver con el erróneo proceso educativo que tuve que superar durante la infancia y la pubertad. Métodos autoritarios, donde era muy conveniente saber que si hacías ciertas cosas o, simplemente formulabas ciertas preguntas, te ibas a llevar un bofetón, o unos cuantos, según cómo fuese en el momento el estado de ánimo del “educador”.
Las dos grandes heridas, creo que ya totalmente cicatrizadas, aunque de eso nunca se puede estar absolutamente seguro, fueron el desarraigo y la soledad. El internado me privó de mi tierra, y cuando a una planta le quitas la tierra se muere. Me provocó también una gran soledad. La curación fue lenta, ya que fue necesario superar la tendencia compulsiva al desapego y una cierta frialdad de carácter.
En cualquier caso, no me cabe duda de que el internado fue la mejor opción posible para mi formación y eso es algo que siempre agradeceré a mis padres, entre otras cosas porque en el pueblo no había centros docentes adecuados. Lo hicieron con grandes esfuerzos económicos y emocionales, porque también a ellos les dolía mi separación temporal del hogar familiar.
Cuento en Cicatrices que yo le escribía cartas terribles a mi madre, tratando de ablandarla para que viniese a rescatarme del internado. Pasados los años mi madre me confesó que aquellas cartas le partían el corazón. Debió ser mi primer éxito como escritor, porque yo las escribía exactamente para partirle el corazón a mi madre.
Si no hubieras vivido las experiencias educativas que viviste… ¿Piensas que serías mejor persona o mejor escritor?
Nunca he pensado en esa disyuntiva. No suelo imaginar, en general, qué habría pasado en mi vida si las circunstancias hubiesen sido diferentes. Eso queda reservado para cuando estoy creando personajes literarios. Ahí sí me pregunto cómo pueden evolucionar mis personajes dentro de los posibles escenarios que pueda crear mi imaginación. Siempre dentro de un profundo respeto a los parámetros reales de una conducta razonable y creíble.
Creo que tuve unas circunstancias difíciles, en mis inicios en el internado, pero supe adaptarme a ellas, sobrevivir y encontrar la forma de hacer valer mi libre albedrío. Personalmente no me quejo de nada y estoy orgulloso de lo vivido.
Lo de ser mejor o peor escritor, algo debe tener que ver con la formación recibida. Pero tampoco como un condicionante exclusivo. Hay muchos factores que inciden en la creación literaria y, en cualquier caso, mis profesores de lengua y literatura eran buenos profesionales y lo hicieron bastante bien. El problema de la falta de calidad en mis creaciones literarias, de tener que adjudicárselo a alguien, es solo mío.
¿Qué destacarías de tus “Cicatrices”?… De la novela… y de las tuyas…
De mi novela destacaría la sinceridad. Sobre todo porque es, antes que nada, una confesión, y mala cosa sería engañarme a mí mismo. He tratado de hacer una narración atractiva, desde el punto de vista de la creación literaria. Atractiva y con cierto sentido del humor. A pesar de que las vivencias reflejadas, a veces, estén cargadas de dramatismo o, si se prefiere, de crudeza emocional, pero siempre desde la sinceridad, tratando de no engañar a los lectores.
Además, es evidente que mi propósito, al escribir Cicatrices, ha sido hacer un retrato fiel de una generación, los niños nacidos en torno a 1948, y de una época particular de España, la de la superación del hambre de la posguerra. Si lo he conseguido o no será algo que deberán juzgar mis lectores.
Y desde el punto de vista de mis cicatrices personales, destacaría precisamente que son solo una sombra, casi imperceptible, que a veces, incluso, sirve para dar un contorno más atractivo a los recuerdos que se refugian en mi memoria, como una especie de maquillaje que quita la dureza de la verdad desnuda y la hace más presentable a los demás.
En la vida de los seres humanos hay siempre circunstancias difíciles que exigen el desarrollo de la capacidad de esfuerzo y superación, y por supuesto de aguante físico y mental. Es muy importante tener claro esto, creo yo, ya que la vida exige siempre capacidad de aguante ante el sufrimiento. Porque, de lo contrario, ante cualquier dificultad, viene el hundimiento personal y la depresión profunda.
Mirando hacia atrás, ¿lo ves con menos dramatismo?… Me refiero a tu infancia y adolescencia.
Creo que no queda ya el más mínimo rasgo de dramatismo en mi mirada personal hacia el pasado. Más bien al contrario, me queda el regusto de la autocomplacencia por lo vivido. Me siento plenamente identificado con el pasado y eso es, en buena medida, gracias a las palabras escritas en la novela. Esa es quizá la razón fundamental que me impulsó, de manera inconsciente, a escribir Cicatrices. Una vez escrita me sentí mucho más a gusto conmigo mismo. Como si fuese algo que tenía que hacer tarde o temprano.
¿Qué pasó cuándo la crisálida se hizo mariposa? Es decir, tú tienes una trayectoria profesional brillante. Eres una persona sensata, dulce, sensible, equilibrada… ¿A qué, o a quién, crees que se lo debes?
Ante todo, muchas gracias por los piropos. Ya me gustaría ser así de brillante, sensato, dulce, sensible y equilibrado como dices. ¡Qué maravilla! Bueno, todavía me quedan algunos años, espero, para seguir intentando conseguirlo.
Ahora, hablando en serio, no me veo así, pero, sin duda, lo poco bueno que pueda haber en mí se lo debo a mis padres, a todos mis familiares, que eran muchos, a mis educadores y a mi país. Yo soy un enamorado de España hasta donde uno puede estar enamorado y, también de la época que me ha tocado vivir. Pertenezco a una generación privilegiada. Tuve acceso a una formación privada, autoritaria, pero salvo ese aspecto, de razonable calidad y reservada a familias con cierta capacidad económica, en un país poco poblado, donde la naturaleza, en buen estado de conservación, estaba al alcance de la mano. Universidades de un nivel académico mejorable, por supuesto, pero alto y poco masificadas. En fin, podría seguir… Con un régimen de libertades públicas, para los jóvenes hijos de papa, más que aceptable. Y cuando nos dimos cuenta de que el dictador era un anacronismo se nos murió y asistimos a la transición hacia la democracia. Los que lo hemos vivido sabemos que somos unos privilegiados. Luego las cosas se han ido pudriendo poco a poco. El desencanto y todo eso, pero seguimos siendo los mismos. Nadie nos va a poder quitar lo bailado.
Como he dicho anteriormente, yo tuve una infancia acompañada por muchos familiares, no solo padres y hermanos, sino abuelos, tíos abuelos, tíos y primos. Un ejército. Y la vida en el pueblo, durante los diez primeros años de mi existencia, estuvo siempre endulzada por las muy frecuentes relaciones con todas estas maravillosas personas que, además, hacían evidente de forma muy explícita, lo mucho que me querían. O sea que, en ese sentido, también fui un privilegiado. Hasta el punto de sentirme orgulloso de todos y cada uno de los miembros de mi amplia familia. Algunas vivían en los pueblos de la montaña palentina, como Camporredondo, Ventanilla, Alar del Rey, o Cervera de Pisuerga, lo que me permitió disfrutar de estancias vacacionales en estos bellos lugares, en un tiempo en que el medio natural se encontraba todavía en un estado prácticamente virginal.
Pasados los años, acabé por aceptar el internado como algo necesario, incluso beneficioso para mi maduración personal y, además, con cierto retraso, pero al final todos mis hermanos acabaron entrando también en el internado y para cuando eso ocurrió yo ya estaba un poco curado de espantos. Ya no había diferencias.
¿Qué impulso te movió a escribir “Cicatrices”? ¿Es una especie de auto psicoanálisis?
El impulso no existió así, como algo aislado. Fue un proceso lento de búsqueda interior y, sin darme cuenta, descubrí que el lenguaje era muy apropiado para avanzar en mi búsqueda. Alguien dijo que la literatura es el fermento de la memoria y a mí siempre me ha gustado hurgar en la memoria. José Luis Sampedro decía que escribir era hacer minería de uno mismo. Pues eso es lo que me ocurrió a mí, que descubrí que me gustaba ese proceso de introspección. Una especie de psicoanálisis, sí, pero sin analista de por medio.
¿Eres un escritor ambicioso, o te conformas con escribir y publicar a tu ritmo, independientemente del éxito que puedas conseguir?
Pues creo que soy un escritor ambicioso, en lo que se refiere a la creación artística, no al éxito entendido como volumen de ventas y, por otra parte, me conformo con escribir y publicar a mi ritmo, tratando de conseguir el auténtico éxito, que para mí es lo que tiene de sublime la literatura.
¿Qué autores te inspiran más a la hora de escribir?
No puedo hacer una lista. Tendría que ser tan larga que no resultaría práctica. Yo creo que la vida es muy corta. Tan corta que no da tiempo a leer ni siquiera una pequeñísima parte de lo que a uno le apetecería leer. En realidad cada lectura, como fuente de inspiración, es consecuencia de las anteriores. Uno descubre pequeñas cosas en cada experiencia, pero resultan imprescindibles y nos llevan a indagar sobre lo que acabamos de descubrir, de tal forma que cada obra nos conduce a la siguiente o siguientes. Incluso limitándome a los autores españoles la lista sería inmanejable por lo extensa. Ahora estoy tratando de retener la esencia del mensaje de la Poética de Aristóteles. Lo cito porque es de los pocos que no es probable que vaya a provocar los celos de nadie.
¿Nos puedes recomendar alguna lectura?
Puedo hablar de algunas obras que me han gustado de manera especial, pero no se trata de recomendaciones, porque cada uno tiene sus gustos y se deben respetar. “La Regenta”, de Clarín, es un libro que he leído varias veces. Ahora estoy leyendo, por tercera vez, a trozos, los libros de la serie “Los hijos de la tierra”, de Jean M. Auel. Me gustó mucho en su día “Una fortuna peligrosa”, de Ken Follet y, por supuesto, “Caín y Abel”, de Jeffrey Archer. Pero claro, cómo no citar “El extranjero”, de A. Camus, o “Patria”, de Fernando Aramburu. Si sigo voy a tener que incluir a otros tropecientos mil más. Cada uno debe buscar por sí mismo y crear su biblioteca. También en eso hay un placer personal.
¿Cuál es tu experiencia en la autoedición y, en particular, con la editorial Círculo Rojo?
La autoedición es la posibilidad para muchos escritores como yo que no tenemos acceso a las grandes editoriales. Dicen que hay mucho fraude en las editoriales de autoedición. Yo, en ese sentido he tenido suerte.
Por lo que voy viendo, la editorial Círculo Rojo es una de las mejores, si no la mejor, del mundo de la autoedición.
¿Dónde se pueden conseguir tus libros?
Se pueden encargar en la mayor parte de las librerías del país, ya que Círculo Rojo trabaja con Logista Libros, que sirve a un elevado número de librerías. Se puede adquirir también por internet, en las páginas web de Amazon, Casa del Libro, Corte Inglés o fnac.
¿Tienes algún consejo para los que están pensando en publicar?
Que se animen, y se informen bien de cómo trabajan las editoriales de autoedición, para no caer en manos de defraudadores.
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