Conoce a la escritora Alba Teresa Higuera Buitrago y su participación en la obra “En nuestras propias palabras”
¿Quién es Alba Teresa Higuera Buitrago y cómo nace tu participación en la obra: “En nuestras propias palabras”?
Soy defensora de derechos humanos y de las mujeres, Refugiada, Feminista, ambientalista y lideresa social. Hija de una mujer admirable, Presentación Buitrago, de quien aprendí los valores del servicio, la entrega, la generosidad, la constancia y la lucha contra todas las injusticias, entre otros valores. Mi pareja, hijos, hermanas y hermanos, familia, amigas y amigos, cada quien en su justa medida han ido aportando en mí formación y visión del mundo y de la vida.
Soy una lideresa que he estado desde mi adolescencia vinculada a distintos movimientos populares, estudiantiles, en luchas organizativas de jóvenes, de mujeres y de comunidades, procesos solidarios en defensa de los Derechos Humanos y del medio ambiente. Las consecuencias por mi opción de vida, se tradujeron en actos de violencia, represión, hasta que intentaron asesinarme los grupos de derechas en Colombia, los paramilitares que han actuado en connivencia con las fuerzas militares. En mi ciudad natal, entre otros procesos, participé en el proyecto de reconstrucción social, económica y política de la población desplazada, ya que en ese entonces la ciudad de Bucaramanga, en el departamento de Santander, aquí la Comunidad Autónoma, era una de las zonas receptoras de población desplazada forzosamente. Con el proyecto logramos gestar un proceso metropolitano de población desplazada organizada y reivindicando sus derechos. Como consecuencia de la implicación en este proyecto, desaparecieron, persiguieron y judicializaron a varias compañeras por ser defensor@s de derechos humanos.
En Bogotá trabajé como secretaria técnica de la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos (CCEE) y debido a este trabajo de coordinación de las organizaciones de derechos humanos en Colombia y de información en el ámbito internacional, con organizaciones en Europa y en Estados Unidos, sobre las graves violaciones de los derechos humanos en Colombia, recibí amenazas y finalmente, tuve que emprender el exilio hacia España, junto con mi familia. Fui acogida por el programa de protección a defensores de Derecho humanos de Amnistía Internacional y por el grupo local de A.I. en Albacete.
Mi compañero, Jairo Jerez, también, defensor de Derechos Humanos, mis hijos, Nicolas David y Jairo Daniel, han sido y son motores para mi vida y mis luchas. Mis amores, son las columnas que sostienen la esperanza como hacedoras por un mundo mejor.
Mi actividad participativa, política y social, ha seguido siendo tan intensa en España como lo era en Colombia. Fruto de este compromiso, con otras compañer@s en Albacete y Alicante fundamos una Asociación, cuyos objetivos y fines han estado vinculados a la defensa de los derechos de las personas inmigrantes, la sensibilización, educación y la Cooperación para el Desarrollo, la creación de alternativas de economía social y la defensa de los derechos de las mujeres. Desde el año 2012 hasta 2015, fui coordinadora de la Comisión 0,7 en la ciudad de Albacete.
Durante este año y consecutivos, desde La Comisión 0.7, desarrollamos campañas de sensibilización y recogida de firmas, expresando nuestra profunda preocupación y total desacuerdo con la decisión tomada por ese entonces por el Ayuntamiento de Albacete, de eliminar del presupuesto Municipal la partida para la Cooperación al Desarrollo. Logramos que se reincorporara a los presupuestos del Consistorio los rubros destinados a la Cooperación Internacional y mantener su compromiso con la Cooperación y Sensibilización al Desarrollo y la firma del II Pacto Local contra la Pobreza. Comprometerse con la Cooperación y la Educación para el Desarrollo es un acto de solidaridad y de justicia social, además de constituir un compromiso firmado por los gobiernos y una obligación de los poderes públicos.
Para Mí, la dimensión universal de la solidaridad debe de ser uno de los ejes fundamentales que vertebra toda sociedad.
En España, junto con mi compañera Leonora Castaño, desde el año 2004, cofundamos la Colectiva de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas (en adelante La Colectiva). Posteriormente, con otras compañeras y hermanas hemos seguido trabajando de la mano por los objetivos conjuntos como mujeres refugiadas, exiliadas y migradas. Soy la coordinadora de La Colectiva. La organización está constituida por mujeres procedentes de organizaciones de base, urbanas y rurales, defensoras de derechos humanos, campesinas, de trabajo comunitario, estudiantiles, desplazadas y de mujeres indígenas y afrodescendientes. Somos de diferentes regiones de Colombia y en el Estado español hacemos presencia en Alicante, Albacete, Madrid, Barcelona, Valencia, Girona, Elche, Vitoria, Lugo y Asturias. En Colombia, con compañeras retornadas a las distintas regiones y, en el ámbito internacional, estamos en Canadá, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Francia, Suiza, Reino Unido, Alemania, Bélgica y Dinamarca.
Participo en diferentes Plataformas como el Programa Valenciano de Protección Integral y Acogida a defensores y defensoras de derechos humanos, la Mesa de Apoyo por los derechos humanos de las mujeres y la paz en Colombia, el Foro Internacional de Víctimas, Defendiendo la Paz Internacional, el Intermodal de Género como impulsoras del legado de la Comisión de la verdad. Sigo comprometida como gestora de paz, memoria, verdad, trabajando por la justicia, la reparación, la no repetición y el retorno con garantías en los diferentes lugares donde sea necesario.
He sido y soy del 15M, de la plataforma Stop Desahucios, movimiento Ecofeminista, de cooperación y sensibilización. He acompañado más de 170 familias en la defensa del derecho a la vivienda, negociando con los bancos e intentando paralizar desahucios. He impulsado proyectos de Economía Social y Comercio Justo, para fomentar otro modelo social y medioambiental. He trabajado y trabajo con familias en exclusión social, población inmigrante y autóctona.
En mi opción de vida, sigo luchando por una sociedad donde haya equidad social y económica e igualdad ante la justicia. Promuevo la defensa de lo público, soy parte de los procesos organizativos para fortalecerlos conjuntamente y generar la participación real de la clase trabajadora para incidir en las políticas públicas. Un reto y una práctica permanente es la promoción de la igualdad entre los géneros y del lenguaje no sexista. Por ello, sigo comprometida, y hoy con renovados ánimos, en la construcción de un modelo político, social, económico, cultural y medioambiental alternativo al capitalismo. Para mí, la Solidaridad Internacional, es un llamado urgente a la defensa de los pueblos y el más profundo respeto de los Derechos Humanos, de las mujeres, los territorios, con enfoque étnico y diferencial.
Mi participación en la obra: “En nuestras propias palabras” surge a partir de nuestra amistad, trabajo y hermandad con Mónica Di Nubila. De encontrarnos y compartir nuestras opciones feministas por la defensa de la vida, de los derechos humanos y de las mujeres y por construir un mundo mejor.
En tu aportación al libro, te centras en analizar la situación de los derechos humanos de las inmigrantes y refugiadas en España. ¿Por qué este tema?
Si hablamos de inmigración, nos encontramos en aguas revueltas y confusas, por culpa de tanto racismo y tanto bulo. ¿Cuál es la situación real de las inmigrante y refugiadas residentes en España?
Son muchas las problemáticas propias del exilio y la migración para las mujeres que tuvimos que salir forzadamente de Colombia. Las refugiadas, exiliadas y migradas sufrimos un contínuum de violencias por el estado colombiano, y algunas veces, en el país de acogida, en el cual se han ido restringiendo, entre otros, el derecho al refugio.
Analizamos la situación de los derechos humanos de las inmigrantes y refugiadas porque los derechos humanos de las mujeres son a la vez los mismos y distintos que los de los hombres y otras orientaciones sexuales. Hay condiciones socioestructurales y políticas que nos afectan a todas: La represión política, la desaparición forzada, el hambre, el desempleo, la crisis económica. Pero a su vez, las mujeres también pueden ser víctimas de métodos represivos particulares: violencia de género, tráfico ilegal de personas, prostitución y esclavitud al quedar sometidas al control de mafias y proxenetas, además, de la discriminación cotidiana. En términos socioeconómicos las mujeres trabajamos más, pero ganamos menos salario, y muchas veces no tenemos derecho a tiempo libre, ni a reconocer y decidir sobre nuestro propio cuerpo.
En esta realidad tan difícil, sobreviven las luchas de muchas mujeres latinoamericanas pero también las mujeres en otros países del mundo y; ellas, con la firme decisión de ser personas constructoras de su propia historia, mujeres que forjan un sistema social en el que no existan relaciones de poder basadas en los géneros, a una vida libre de violencia -en el ámbito público y privado-, a vivir sin discriminación alguna, a ser valoradas y educadas sin estereotipos de conductas y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad y subordinación entre los sexos, a contribuir en el desarrollo y el bienestar de las sociedades y a participar en igualdad de condiciones que los hombres en las esferas política, económica, social, cultural o de cualquier otra índole.
Es contradictorio, que las defensor@s sean reconocid@s como gestoras de paz, de justica social, de los recursos naturales, de la tierra, en defensa de los derechos de las mujeres las personas LGTBTI, de los pueblos originarios, afrodescendientes, campesinos, trabajando contra la corrupción o porque hacen acciones en zonas de conflicto armado o de emergencia humanitaria, y que por ser activistas en la defensa de estos derechos se las persiga, sean objeto de ataques, amenazas, asesinatos, palizas, desapariciones forzadas, homicidios, torturas por parte de gobiernos o agentes no estatales, como los paramilitares en el Caso Colombiano. Son vidas que hay que visibilizar, profundizar y exigir a los estados la garantía plena de los derechos. Herman@s podemos coincidir que al ver y vivir estas injusticias no hay que ser indiferentes, cruzarnos de brazos y mirar para otro lado.
En España sufren la falta de garantías de sus derechos. Entre algunas de estas violaciones tenemos: la denegación a la solicitud de refugio, del permiso de trabajo, homologación de los títulos profesionales. En cuanto a la situación laboral, el tipo de trabajos que desarrollan son inestables, temporales y las características en que laboran impiden que logren las condiciones favorables para la integración económica y social en condiciones dignas.
Sin embargo, en medio de estos dolores, siguen siendo agentes de cambio, constructoras de memoria, paz, verdad, justicia, creando un activismo transnacional, a través de alianzas, redes supra-asociativas para exigir a los Estados -el expulsor o el del país de acogida- el cumplimiento de los parámetros internacionales en materia de derechos humanos, de los derechos de las mujeres y de las víctimas en el exterior.
Para analizar la situación real de las inmigrantes y refugiadas residentes en España, se toman los datos del informe sobre las migraciones en 2018 de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), España se ha convertido en uno de los 20 países principales de destino de las migraciones internacionales. Concretamente, España ocupa la décima posición tras Estados Unidos, Alemania, Federación Rusa, Arabia Saudita, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos, Canadá, Francia y Australia.
Han crecido los flujos migratorios de las mujeres siendo en el 2017 a un 51,1% más que los hombres. El estudio de los flujos más recientes muestra el repunte de la inmigración, con una mayor diversidad de países de nacimiento de los y las inmigrantes, una mayor feminización y una distribución algo menos concentrada en edades jóvenes.
La población inmigrante en España tiene dificultades para que se les garanticen sus derechos económicos, sociales y culturales. Tienen graves problemas para acceder a trabajos cualificados con condiciones laborales según la legalidad vigente. Se ha considerado y se considera que las y los inmigrantes pueden cubrir los trabajos menos cualificados. A las mujeres se las da la posibilidad de trabajos en oficios domésticos, reproduciendo los roles y estereotipos sexistas. Otra de las causas, son las dificultades para que se reconozca la homologación de los títulos profesionales que obtuvieron en sus países de origen, poder acceder a formación de empleo, a las nuevas tecnologías y documentación regularizada para no caer en manos de mafias que explotan su trabajo.
Como efecto de la llamada “crisis” la más afectada ha sido la población inmigrante, quienes han quedado en paro, el cual pasó del 8,4% al 21,9% en2018. Esta situación se asocia a la coyuntura económica, a los problemas de inserción y a una relación más inestable con la búsqueda y acceso al trabajo.
Con relación al derecho a la vivienda, la mayoría vive en régimen de alquiler, el elevado precio de la misma y las exigencias de avales, fianzas, gastos de agencia, estigmatizaciones por ser inmigrantes por parte de quienes arriendan dificulta poder acceder a una vivienda digna. Los elevados precios de los alquileres afectan en mayor medida a las mujeres, ya que son ellas las que con mayor frecuencia acceden a este tipo de vivienda. Muchas de las familias inmigrantes que fueron estafadas con el boom inmobiliario perdieron sus viviendas y han sido desahuciadas, sin una política de protección por las pérdidas generadas por la banca que ha sido la gran beneficiada esta llamada “crisis”.
Otros problemas que padece la población inmigrante, son los y las más de 600.000 personas en situación irregular que viven en el país, y por el impacto del COVID y el colapso de la administración genera retraso en la renovación de quienes están reguladas pero se les está venciendo su permiso de residencia y trabajo.
Las mujeres inmigrantes al igual que las españolas son víctimas de las violencias machistas. Del total de mujeres asesinadas por violencia de machista, en los términos en que define la Ley: Entre 2003 y 2017, han sido asesinadas 294 mujeres extranjeras (el 32%). Esto supone que los asesinatos de extranjeras afectan a 30 mujeres por cada millón de mujeres extranjeras en el país; mientras que los asesinatos de mujeres españolas afectan a 5 por cada millón de españolas.
A pesar de esta alarmante y grave violación, las mujeres inmigrantes sufren mayor desprotección. La Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en España, en su informe: “El derecho a una vida libre de violencias desde las perspectiva de la red de mujeres latinoamericanas y del caribe en España”, realiza un “análisis más complejo, cruzando, por ejemplo, las variables de nacionalidad, denuncias y regularidad documental, tenemos que entre las españolas asesinadas entre 2006 y 2015 (según la Delegación, sobre un total de 626 víctimas) no habían interpuesto denuncia el 74% y habían denunciado un 24%. Sin embargo, en el caso de las extranjeras asesinadas, que se encontraban en situación de regularidad jurídica, el 37,6% había denunciado previamente. Esto corrobora la mayor desprotección de las extranjeras que denuncian”.
Como lo vienen denunciando y exigiendo las diferentes organizaciones y la misma población inmigrante afectada, es urgente el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), aprobar la regularización extraordinaria y ampliarla a las personas en situación irregular residentes en España, garantizándoles sus derechos civiles y políticos.
En el Informe de 2018 de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) sobre Las personas refugiadas en España y Europa, dice que: “Vivimos el momento de la Historia en que existen más personas desplazadas de manera forzada a consecuencia de las guerras, las situaciones de violencia generalizada y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos a 30 de junio de 2017, más de 70 millones de personas habían abandonado forzosamente sus hogares, según los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)”.
En nuestra sociedad, las mujeres inmigrantes, refugiadas, autóctonas están dentro del grupo de personas más vulnerables por la violación de sus DDHH, por su doble condición de migrantes y de mujeres. Las mujeres enfrentan obstáculos y riesgos, entre otros: discriminación —en el lugar de origen y en el de destino—malos tratos, explotación, otras formas de abusos, pobreza, marginalización y violencias desproporcionadas.
Hay que tener en cuenta, que se han hecho progresos en las luchas de las violencias contra las mujeres en las últimas décadas, se ha propendido por la justicia, igualdad y equidad; por ello, son muchas las razones para mirar el futuro con optimismo.
Muchas de ellas huyen de violencias machistas sufridas en sus países de origen… ¿Tienen acceso a algún tipo de ayuda o asistencia psicológica para enfrentar todo este horror?
¿Qué oportunidades reciben estas mujeres aquí en España? ¿Nuestro país está a la altura a la hora de ayudarlas? ¿O aún queda mucho por hacer?
En tu artículo nos hablas de “La colectiva de mujeres refugiadas, exiliadas y migradas”. ¿En qué consiste esto?
La Colectiva de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas, está constituida por mujeres colombianas procedentes de organizaciones de base, urbanas y rurales, de derechos humanos, campesinas, de trabajo comunitario, estudiantiles, desplazadas, defensoras de derechos humanos, del movimiento estudiantil, juventud y de las mujeres indígenas y afrodescendientes. Somos un todo desde diferentes lugares; en España, Colombia, con compañeras retornadas y en lo internacional: Canadá, Costa Rica, Panamá, Suiza, Dinamarca y Bélgica.
Somos mujeres que no hemos perdido el vínculo con nuestras organizaciones y persistimos en dar a conocer la realidad del conflicto, la desigualdad y la discriminación en Colombia, en especial, de las mujeres. Actualmente, seguimos acercándonos a las iniciativas del movimiento social y de mujeres en Colombia, en la búsqueda de la superación de las violencias, la participación y la construcción de la paz y del disfrute pleno de los derechos humanos en condiciones de igualdad y no discriminación.
Desde el 2004 venimos desarrollando acciones, incidiendo políticamente como gestoras de paz, verdad, memoria y justicia en cumplimiento de la Resolución 1325 de Naciones Unidas y conexas. Haciendo seguimiento y participando en la implementación del Acuerdo de paz entre el Gobierno de Colombia y la Farc-Ep y la Mesa de Negociación entre el Gobierno y ELN, visibilizando las voces de las mujeres, especialmente las víctimas en el exterior, presentando propuestas propias para incidir en los acuerdos y en la política pública como refugiadas, exiliadas y migradas. Generando alianzas entre las mujeres comprometidas para garantizar la inclusión de un verdadero enfoque de género; para ello, hemos trabajado en coordinación con nuestras hermanas en otros lugares del mundo.
Queremos una paz que diseñe un modelo de desarrollo alternativo, ecológico, que transforme la estructura patriarcal e inequitativa que ha caracterizado al país; que además de construir participativamente políticas públicas, responda a las necesidades reales de la mayoría de la población, genere estrategias pedagógicas que rompan con la lógica de la guerra y la exclusión política, social y de género, y que nos permitan avanzar en la consolidación de una democracia real y un Estado Social de Derecho.
La paz requiere de verdad, justicia, igualdad, equidad, el respeto por los y las defensoras de derechos humanos, protección de la naturaleza y defender el derecho a un ambiente sano, acabar con el paramilitarismo, la militarización de los territorios y de las comunidades, la garantía y respeto por los derechos humanos y que paren los asesinatos a defensores y defensoras de derechos humanos, populares, sindicales, al movimientos social de mujeres, defensoras de los territorios, a la juventud, comunidades Afrodescendientes, indígenas y campesinas.
Desde La Colectiva, hacemos de la participación social, política una práctica transnacional desde nuestra relación con las organizaciones de origen y en el país de acogida, sentamos las bases de una nueva ciudadanía transnacional.
Las Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas, seguiremos labrando la tierra con la esperanza de que en los surcos germine el nuevo fruto de la igualdad, en equidad para la participación, la democracia, la recopilación de la verdad que anide en las raíces de la memoria escrita con los cuerpos que revelan los signos del dolor, con la entereza necesaria para la memoria de la resistencia, la lucha y la pervivencia de las mujeres en medio de la diversidad, la exclusión y las injusticias. Nosotras mantenemos nuestros sueños intactos por un mundo mejor, Mujeres conscientes de su género y de su clase, de retejer entre las ramas de los abrazos y los cuidados para un mundo justo, digno y posible para las mujeres y sus familias.
¿Hay alguna historia concreta de mujer migrante/refugiada que te haya tocado especialmente el corazón o que te gustaría que todo el mundo conociera?
Son tantas historias de vida que he conocido, he escuchado, acompañado con sus voces y en silencio, historias lloradas con muchas de las compañeras refugiadas, exiliadas y migradas.
Todas me han tocado el corazón y la conciencia para seguir comprometida. Con ellas, he aprendido que los territorios no son los límites geográficos y la conciencia va más allá de las barreras que nos han querido imponer, la libertad debe ser un derecho y un don en cualquier lugar del mundo. Que una no puede estar limitada por las fronteras de un territorio. Que el internacionalismo se debe practicar y sentirlo como cosa propia contra todas las formas de opresión de los sistemas injustos y del modo de producción capitalista.
Desde nuestras luchas vamos haciendo visible el carácter político de la violencia contra las mujeres por razón de Géneros, y por el hecho de ser mujeres. Por ello, considero esencial visibilizar y divulgar a través de narrativas históricas nuestras vidas, desde una concepción proactiva y con capacidad de participar para ser parte de la transformación con la intencionalidad que sea una memoria viva, que de sentido y una razón de nuestra opción y nuestra causa como defensoras de DDHH, Campesinas, negras, indígenas, Afrocolombianas, desplazadas internas, migrantes, integrantes de movimientos sociales.
Es dar a conocer y que se comprendan las razones que explican los hechos que nos han ocurrido, que se conozca la verdad y haya justica para los responsables de las violaciones de Derechos Humanos de las Mujeres, Reparación, NO Repetición y Retorno con Garantías.
Con estas mis palabras abrazo a todas las que siguen dejando huellas en mí ser:
- “Mis pulmones expulsan el aire contenido
con la libertad del grito en medio de la nada
vuelo desde las profundidades de mi sueño
inmersa en el recorrido de otros mundos - No importa de donde somos:
de aquí, de allá o de otros lugares.
Sólo nos lleva a abrigarnos
el saber que en la vida
es posible estar y ser,
acompañar y sentir el dolor del otro
o de la otra como el dolor propio,
y juntarnos para ser ese gran
coro que canta desde lo que hacemos.
- Conocernos y acercarnos
para mecernos mutuamente,
sin diferencia porque sólo se trata
que en todos los jardines germinen flores,
solo con las condiciones del surco.
- Para nosotras y nosotros la distancia no es un océano
La distancia es un puente que une los afectos de ultramar.
Están todas y todos presentes en este mundo que vivimos
Los rostros, las voces, las risas y los abrazos,
El olor, el calor y los sabores de la tierra compartida.
- Es el tiempo para acompañar y aprender
De las experiencias de resistencia por la vida,
De la magia de nuestra gente y la capacidad
De dar hasta lo que no se tiene”.