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Charlamos con Alba Seoane Cegarra, autora del poemario «Homogénesis» publicado con la editorial Círculo Rojo

Charlamos con Alba Seoane Cegarra, autora del poemario «Homogénesis» publicado con la editorial Círculo Rojo

¿Cuándo empezaste a escribir poesía y relatos cortos? ¿Recuerdas cuál fue tu primera experiencia escribiendo?

Empecé a escribir cuando tenía 7-8 años. Soy la pequeña de cuatro hermanos, mi hermano es filósofo y una de mis hermanas filóloga, de manera que en casa siempre había mucha poesía, novela, ensayos…Yo era muy curiosa y no podía evitar hojear sus libros, aunque no los entendiera. Mi primera experiencia como escritora fue la creación de un relato corto que empezaba en el diván de un psicoanalista, una historia de confesiones y mucho misterio poco común para una niña tan pequeña.

Has publicado dos poemarios anteriormente: «De tu boca, el despertar» y «Todas las primaveras son pecado». ¿Cómo ha sido tu evolución artística desde tus primeros poemarios hasta «Homogénesis»?

Mi primer poemario fue un tímido intento, lo hice con otro poeta (David Mañas) porque siempre me ha gustado colaborar con otros artistas, nutrirme de otras creaciones y puntos de vista. Creo que la poesía de mis dos primeros poemarios era menos atrevida, más centrada en lo que debía decir o lo que podía sonar bien, siento que en aquel entonces tenía más limitaciones a la hora de expresarme con mi propia voz.

En este tercer poemario he podido hablar también de mis fantasmas, de la luz que hay detrás de la oscuridad… Ahora puedo hablar de ello.

«Homogénesis» parece abordar temas profundos y existenciales, como el miedo a la muerte y el apego a la vida. ¿Qué te inspiró para explorar estos temas en tu obra? 

Este tercer poemario lo escribí después de ser madre por primera vez y coincidió además con la llegada de la Pandemia, fueron momentos de mucha incertidumbre y miedo, pero también de una gran fortaleza y expansión a nivel personal. Cuando tienes un hijo (al menos en mi caso) es como si hicieras un repaso de toda tu vida, sobre todo de tu infancia, revives momentos que tal vez llevabas mucho tiempo evitando. La maternidad/paternidad es una caída inexorable hacia tu verdad.

Por supuesto, esta caída tenía que plasmarla en forma de poesía porque es el lenguaje con el que más me identifico.

Por otro lado, la Pandemia me enfrentó de manera abrupta, como a tantas otras personas, con el miedo a la muerte, y tuve algunos episodios de ansiedad e hipocondría porque reviví la muerte de mi padre cuando yo era niña, su enfermedad… En ese momento, mi hijo tenía más o menos la edad que yo tenía cuando perdí a mi padre y me aterraba la idea de que él también tuviera que convivir con mi ausencia. Sentía la responsabilidad de no morir y era algo que estaba tan fuera de mi control que me causaba pánico.

 ¿Cómo describirías el estilo y la temática de «Homogénesis»? ¿Qué hace que este poemario sea único y diferente a tus obras anteriores?

Como expliqué anteriormente, es un poemario de una gran profundidad que no teme hurgar donde más nos duele. Por otro lado, es un poemario que está dividido en tres partes, tres aspectos que considero esenciales para el ser humano: “De plenilunio y otras batallas” que aborda la lucha por la supervivencia, la resiliencia. “Agapea” donde hablo del amor en todas sus formas posibles, la esencia del Amor. Y finalmente, «Exodermia» donde la poesía por fin trasciende el ego humano y puede ofrecer una mirada fluida y simbiótica con el Todo. 

Alba Seoane Cegarra durante la presentación de su obra. Homogénesis.

La presentación de «Homogénesis» estuvo acompañada de esculturas del artista Ettore Napoli y música del didgeridoo interpretada por Ferrán Valverde. ¿Cómo ha sido la experiencia de colaborar con otros artistas para enriquecer la presentación de tu obra?

Maravillosa, de hecho, me gustaría mucho seguir haciéndolo. Me encanta el arte en general, la música, la pintura, escultura… Y creo que todas estas disciplinas están íntimamente interconectadas. A Ettore Napoli lo conocí de manera causal, él había perdido su móvil en Barcelona y yo era la intérprete que le asistía en ese momento. A los pocos minutos de hablar con él, le pregunté: ¿eres artista? Y con una amplia sonrisa, él me enseñó las fotografías de sus esculturas en su móvil. Ettore tiene dificultades motoras y del lenguaje a causa de un ictus que sufrió hace veinte años, eso no le impide ser un gran artista lleno de ingenio, cuando habla de arte se le ilumina la cara. Su historia me inspiró profundamente y nos hicimos grandes amigos.

A Ferrán lo conocimos en el campamento de verano de mi hijo, era su monitor. Me llamó la atención su amor por la permacultura y la música, cómo fabricaba él mismo los didgeridoos, con sus propias manos…

Son dos personas a las que admiro mucho y ha sido un placer contar con ellos en la presentación de “Homogénesis”.

En tu poesía, ¿cómo encuentras el equilibrio entre lo que se puede expresar con palabras y lo inefable, lo que trasciende el lenguaje?

Precisamente, la palabra a veces la siento como un límite, un ancla que no me deja zarpar a la deriva. Mi objetivo principal como poeta es precisamente ese: soltar amarras y dejarme llevar por la corriente. Pienso que la maestría del poeta está en rendirse ante lo inefable.

¿Cuáles fueron los momentos vitales más significativos que influyeron en la creación de «Homogénesis»? ¿Cómo esos momentos personales se reflejan en la obra?

Sin duda, el paso de la individualidad a la conciencia de “manada”, de familia, ya que, como expliqué anteriormente, empecé a escribir “Homogénesis” poco después de ser madre. Hasta ese momento, había evitado vincularme demasiado; de alguna manera, sentía que si no me comprometía con nada ni con nadie sufriría menos y sí, en parte es verdad, pero también he entendido que sería menos feliz, paradójico pero cierto.

Esa lucha por mi libertad siendo madre y parte de la “manada” ha quedado reflejada en la primera parte del poemario “De plenilunio y otras batallas”. En “Agapea” prosigo esa “batalla” con el amor que te espera después, cuando regresas a casa.

Por otro lado, la muerte está muy presente en este poemario, como dije antes, la Pandemia me la puso delante y tuve mucho tiempo para dialogar con ella. Además, muchos poemas hablan de mi padre, de un amor platónico e inalcanzable que relaciono con la muerte y las ausencias.

En la última parte del poemario “Exodermia” hay fragmentos de experiencias personales vividas con la meditación, el chamanismo etc., donde intento explicarme a mí misma lo inexplicable, darle algún sentido con mi lenguaje: la poesía.

Alba Seoane Cegarra durante la presentación de su obra. Homogénesis.

Algunos de tus poemas han sido publicados en revistas literarias en España, Latinoamérica y Argentina. ¿Qué significa para ti compartir tu poesía con una audiencia más amplia?

Todo un honor, por supuesto. Tengo grandes referentes en Latinoamérica, escritores como Clarice Lispector, Borges, Ida Vitale o Alejandra Pizarnik, de manera que me siento afortunada de poder publicar allí. Espero que mi poesía se propague por todo el mundo como una risa contagiosa.

Además de la poesía, también has escrito un cuento infantil titulado «Abel y el Reino de Cristal». ¿Cómo es el proceso creativo al escribir para diferentes géneros y públicos?

Fantástico. Me encanta cambiar de registro y escribir cuentos infantiles es un bálsamo para el corazón. Voy mucho a la biblioteca con mi hijo y nos llevamos pilas de cuentos para leer en casa. Conforme voy leyendo, voy cambiando las historias y pensando en cómo quedaría mejor… El principal problema de los cuentos infantiles es que están escritos por adultos.

¿Qué tal ha sido la experiencia de publicar con la editorial Círculo Rojo?

Muy buena, han sido muy eficientes y en mi caso, el resultado ha sido el esperado.

Finalmente, ¿qué mensaje o sensación esperas que los lectores se lleven después de leer «Homogénesis»? ¿Hay algún tema en particular que quisieras que destaquen al leer tus poemas?

Simplemente espero que mi poesía sea para ellos como un olor que te transporta y te eriza la piel… Espero que sean capaces de adentrarse en la oscuridad de su estómago con una linterna y que poco a poco, vayan llegando a casa.

No pretendo que conceptualicen ni destaquen nada, solo espero que sientan.


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