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Ana Cristina López Viñuela, autora de «Vivo contando. Intimidad compartida»

Ana Cristina López Viñuela, autora de «Vivo contando. Intimidad compartida»

¿Cuál fue el motivo que te impulsó a comenzar a escribir fuera del ámbito académico y profesional?

Siendo doctora en Filología y habiendo dedicado gran parte de mi vida profesional al mundo de la edición, a muchos les extrañaba que no tuviera obra propia, pero pienso que escritor no es quien publica libros sino quien siente la necesidad de escribir, y por aquel entonces yo no la tenía. Comencé a sentir ese impulso en 2018, cuando colaboré por primera vez en el blog de la asociación Teléfono de la Esperanza de León, a raíz de mi participación en un taller sobre gestión emocional, pues me sugirieron que contara mi experiencia para animar a otros a apuntarse. Así descubrí que escribir me ayudaba a hacerme más consciente del presente, a la vez que me servía para aclarar tanto mis ideas como mi posición ante las realidades que se me presentaban delante de los ojos. Y poner esas reflexiones al servicio de la comunidad suponía una extensión del compartir sincero que tiene lugar en esos talleres, donde la comunicación libre y abierta, así como la escucha activa y sin juicio desempeñan un papel fundamental. Cuando caes en la cuenta de que todos los seres humanos somos muy parecidos en el fondo y nos ocurren cosas similares, dejas de sentirte especial y el victimismo resulta ridículo. Además, la fuerza del grupo te impulsa a asumir la responsabilidad sobre tu vida, e ir tomando decisiones que cambiarán poco a poco lo que no te gusta, sin excusas, puesto que si los demás pueden hacerlo tú también eres capaz.

En ese contexto me surgió la posibilidad de redactar una sección fija titulada Como la vida misma en el blog de Dones y Talentos, otra asociación también centrada en el crecimiento personal, y comenzar a publicar entradas periódicamente. Sinceramente, pensé que la inspiración se me acabaría pronto, pero lo cierto es que al año siguiente también empecé a escribir cada quince días en el blog del Teléfono de la Esperanza de León, en la sección Vivir para contarlo. Y desde hace un par de años también mantengo una colaboración trimestral en la revista El senderín de la asociación de Amigos del Camino de Santiago Pulchra Leonina, con el título Reflexiones al hilo de mis pasos. Y me siguen surgiendo ideas, aunque no puedo negar que cuando llegan las fechas de entrega a veces me agobio un poco si no tengo nada preparado.

Siento que estas reflexiones nos ofrecen a mí y a otros una oportunidad de pararnos a pensar, de descubrir tirando del hilo de un sucedido, una lectura, una conversación que surja en la normalidad cotidiana, el porqué de algunas reacciones automáticas, las motivaciones de ciertas formas de actuar habituales y replantearnos desde el aquí y el ahora cualquier situación a la que la vida nos conduzca, e incluso nuestra personalidad. Los comentarios de los lectores, que también son amigos, me animan a seguir cuando me desaliento, y son fuente de continua inspiración y de valiosas enseñanzas.

¿Cómo surgió la idea de publicar un libro?

He de confesar que no fue a mí, sino a mi amigo Juan Fernández Quesada, psicólogo voluntario del Teléfono de la Esperanza y fundador de la asociación Dones y Talentos, a quien se le ocurrió que esas reflexiones podrían recopilarse y publicarse como libro. A partir de ese germen comenzó a madurar en mi cabeza Como la vida misma. Reflexiones para vivir conscientemente, publicado en 2022. Quería que fuese un libro cuidado, sencillo, manejable  y fácil de leer, que no desanimara a posibles lectores por pesado y voluminoso, así que decidí limitarlo a 52 capítulos, tantos como semanas tiene un año, para favorecer una lectura reposada. Pero me sobraba material para otro volumen con las mismas características, por lo que ya desde el principio tenía en mente un segundo libro, que titulé Vivo contando. Intimidad compartida, recientemente publicado.

Pronto me di cuenta de que se trataba de un proyecto coherente y que existía una ligazón entre los capítulos, aunque se puedan leer de forma independiente, basada en mi propio proceso interior. Y luego, con ayuda de amigos como Jesús Salcines, que realizó las ilustraciones, y de los profesionales de la editorial Círculo Rojo, que me ayudaron a plasmar mis ideas en un objeto, nacieron ambos libros.

¿Qué temas se abordan en el libro «Vivo contando, intimidad compartida»?

No creo que haya temáticas, ni géneros literarios más nobles que otros. Lo que tienen en común todos mis escritos es que parten de la observación directa de la realidad, lo cual es una decisión consciente y voluntaria. A partir de ahí intento describir los hechos, mis sensaciones corporales, las emociones, los pensamientos que las acompañan, los sentimientos al respecto… para conectar por último con mi propia maestra interior, buscando las respuestas en la sensación sentida en el centro de mis entrañas, dejando que lo que es se exprese a través de lo que soy.

Permito que fluyan las palabras, y que a un chiste le suceda sin solución de continuidad una consideración filosófica o una confidencia íntima, como ocurre con la propia vida, donde se pasa en cuestión de segundos de lo más elevado a lo más prosaico, pero siempre suenan como música de fondo los grandes temas: la aceptación, el propósito de vida, la visión de uno mismo, las relaciones humanas, el tiempo, la muerte, el amor…

Ana Cristina López Viñuela
Ana Cristina López Viñuela

¿Cuál fue la experiencia más impactante que Ana Cristina López compartió en el blog y que luego se incluyó en el libro?

La cercanía con la muerte que he experimentado en los últimos tiempos, sobre todo con el tránsito de mi hermano mayor en mayo de 2022, ha dotado de más profundidad y calma a mis escritos. Y también sentir en la nuca el aliento de la vejez y la enfermedad, cada vez que tanto yo como los míos cumplimos años y el vigor de la juventud se va desvaneciendo. La vida te pone en tesituras que te obligan a enfrentarte a realidades que has intentado eludir y ante las que no sirve rebelarse; pero también y al mismo tiempo, si atiendes la voz silenciosa de la brisa, te llegan consuelo y alivio.

Pero creo que la experiencia que realmente me dejó en shock fue leer en el muro de Facebook de un amigo, una persona sensible y amorosa: «Si uno de mis contactos es votante de XXX (y aquí iban las siglas de un partido político), le invito a que me bloquee y me elimine, porque para basura ya tengo un cubo en casa». Sobre todo porque al día siguiente pude comprobar que acumulaba diez «me gusta», un «me encanta», un comentario con aplausos y un «me entristece»: el mío. Me impactó ver tanto desprecio hacia personas que tal vez estén equivocadas, pero desde luego no merecen que se las moteje de «basura». Me preocupa la polarización ideológica que está viviendo la sociedad española, donde cada vez se respeta menos la libertad de pensamiento y cada uno nos creemos propietarios de la verdad absoluta, sin darnos cuenta de que la democracia y la paz no son derechos adquiridos, sino que hay que trabajarlos diariamente desde la empatía y el diálogo.

¿Cómo describirías tu estilo de escritura?

Mi escritura parte de una voraz e indiscriminada afición lectora. Creo que para alguien que ha dedicado varios años de su vida a estudiar a Góngora “se le ha de pegar” inevitablemente algo de su sentido de la precisión, la sonoridad y el ritmo. Para mí es muy importante dar con la palabra exacta, la que encaja perfectamente en la frase y expresa lo que quiero decir de forma apropiada. Pero de otras fuentes, como Azorín o Delibes, he bebido agua clara en manantiales de sencillez. Y por aquí y por allá se observan pinceladas de mis autores favoritos, como Tolkien, San Juan de la Cruz, Jane Austen, García Márquez…

Cada contenido y cada momento personal requieren una forma de expresión: algunos textos parecen artículos de opinión, otros tienen más de narraciones y, últimamente, casi son poemas en prosa. Y a veces me expreso en clave de humor, o en un tono más filosófico, espiritual o lírico, según me surja, pero todo lo que escribo ha brotado del fondo de mí misma y manifiesta mi sentir, de ahí su coherencia.

¿Qué es lo que esperas que los lectores saquen de tu libro?

Compañía. Y coraje. Durante la mayor parte de mi vida me he sentido sola y rara, y he deseado formar parte de un grupo de personas afines, con parecidas inquietudes, que por una parte me arropara y por otra me desafiara para afrontar nuevos retos. Ahora que dispongo no de uno, sino de unos cuantos entornos de crecimiento, creo que es de justicia que salga al encuentro de los demás a ofrecerles mi palabra, mi atención y mi abrazo acogedor.

No tengo respuestas fáciles para las preguntas que de verdad importan, ni ningún remedio exprés para el vértigo que produce el vacío existencial al que todos nos asomamos en algún momento, aunque sé cuál es la forma de encontrar luz, que es hacer silencio en tu interior y preguntarle a esa voz interna a la que solemos hacer tan poco caso. Olvidarse de «modelos ideales» y de «sabiduría prefabricada» para escuchar lo que la vida te está diciendo a ti, personalmente.

Comparto mis experiencias íntimas no para que otros aprendan de ellas, o las reproduzcan. ¡Dios me libre de presentarme como un modelo a seguir! Si acaso como espejo en el que puedan verse reflejados, o como una llamada que tal vez despierte algo que ya está en su interior. Solo deseo animar al que lo lea a emprender su propio camino, sin miedo, sabiendo que hay más gente en ruta y podemos descansar los unos en los otros. Y que merece la pena la búsqueda porque, aunque solo sea por un instante, a veces se experimentan destellos de lucidez y se vislumbra el sentido de lo que parecía no tenerlo.

¿Qué retos enfrentaste al escribir y publicar tu libro?

Cuando se trataba de confidencias realizadas en un contexto acotado me sentía más libre y protegida, pero exponer mi intimidad al público general me generaba temor y rechazo. Una vez que sale el libro dejas de tener control sobre su contenido, su interpretación y su difusión. Es más, al autopublicar, convertí mis escritos en un producto «comercial» y a mí misma en una «marca» que tenía que «promocionar» entre familiares, amigos, compañeros de trabajo y desconocidos, descubriéndoles aspectos de mí misma que no suelo manifestar por prudencia o pudor. Sin embargo, tal vez precisamente por exponerme tan desnuda e inerme, la respuesta de mis lectores ha sido maravillosamente personal y me han abierto su corazón. Me siento conmovida y llena de agradecimiento por los afectuosos comentarios que recibo, y cada vez siento menos temor a las críticas o los juicios crueles, para empezar porque tengo más asumidas mis limitaciones, pero sobre todo porque confío en la naturaleza humana, que me ha demostrado que suele ser amable y generosa cuando no se siente amenazada.

En cuanto a la publicación, autoeditar supone adoptar un sinfín de decisiones: seleccionar textos, ordenarlos, confiar en una editorial, elegir el título, formato, ilustraciones, tipo de papel, maquetación, tipografía, portada, tirada… Aunque los profesionales de Círculo Rojo me facilitaron la tarea y yo contaba con experiencia en el mundo editorial, además de con los consejos desinteresados de amigos escritores como Manuel Cuenya o Emilio Gancedo, supuso un desafío y un montón de quebraderos de cabeza. Pero me compensó pasar por ello, porque me vi obligada a preguntarme qué es lo que quería y a comprometerme con mi proyecto, poniendo en juego mi dinero y mi “honrilla”. Y lo que ha costado se valora más.

¿Cuál es la importancia de la introspección y la auto-reflexión en la vida de Ana Cristina López, y cómo se refleja en su obra?

Fui una niña solitaria, que prefería la compañía de los personajes de los cuentos a la de sus compañeros de clase, y la conversación de los adultos a los juegos infantiles. Mi trayectoria vital me llevó a encerrarme más en mí misma, buscando refugio frente a un mundo exterior que muchas veces sentía demandante y hostil, al mismo tiempo que anhelaba la cercanía humana y la pertenencia al grupo.

Una autoexigencia brutal y el deseo de ajustarme a toda costa a un elevado ideal de perfección personal y social, me llevó a reprimir una emocionalidad que sentía excesiva y a convencerme de que «alcanzando metas» y «cumpliendo objetivos» conseguiría que me aceptaran y quisieran. Pero los sentimientos acababan saliendo en tromba en las situaciones más inoportunas, imposibles de contener. Y detrás de cada montaña que trabajosamente ascendía había otra más escarpada, con lo que siempre me sentía insuficiente e insatisfecha, con la autoestima por los suelos, a pesar de los “logros” y los “éxitos”. Y cuando las circunstancias se hicieron especialmente difíciles caí en la depresión y la ansiedad, contra las que luché a fuerza de voluntad y tesón, aunque no siempre con eficacia.

Pero he tenido la suerte de contar con ayuda psicológica, además de pareja, familia y amigos que me quieren, por lo que no solo he salido de los «baches» que me he ido encontrando, sino que he aprendido a conocerme mejor, a ir aceptándome como soy e intuir lo que puede haber detrás de las apariencias. Como yo misma me he sentido muy desorientada, sé lo importante que es tener a tu disposición alguien que confíe en tu capacidad de resiliencia cuando tú misma te sientes inútil, floja y sin valor. Y que te haga ver hasta qué punto «lo mejor» es enemigo de «lo bueno», y que el recuerdo del pasado y la esperanza puesta en el futuro no te permiten disfrutar del presente. Y ahora eso que me digo a mí misma (porque esas reflexiones a quien más sirven es a mí, que las releo con frecuencia), lo pongo a disposición con humildad y sin pretensiones.

Ana Cristina López Viñuela
Ana Cristina López Viñuela

Presentación del libro en la Sala Región del Instituto Leonés de Cultura el día 27 de abril de 2023, acompañada por Emilio Gancedo, periodista, escritor y coordinador del ILC; Raúl López López, director del Museo Liceo Egipcio e Inma Reyero de Benito, colaboradora en los blogs de las asociaciones Dones y Talentos y Teléfono de la Esperanza de León.

¿Qué consejos darías a aquellos que desean escribir sobre sus propias experiencias personales?

Que sean sinceros y cuenten «lo que es» y no lo que «creen que debería ser», preocupados por dar una buena imagen de sí mismos, porque la impostura siempre acaba cantando. Yo procuro hablar en primera persona (del singular o del plural), puesto que solo soy experta en mí misma (y no demasiado). No me oculto, ni escondo mi fragilidad, mis dificultades ni mis fallos, aunque alguna vez me venga arriba, porque creo que no son en absoluto vergonzosos. Asumir mi sombra con naturalidad me ha dado paz y comprender que el error forma parte del proceso de aprendizaje me ha infundido valor para emprender nuevos caminos sin tanto miedo a fracasar, o a no estar a la altura de las expectativas ajenas o propias. Observar sin prejuicios y aceptando de antemano lo que sea que me encuentre, dándolo por bueno, me facilita el trabajo de autoconocimiento y me acerca a mis lectores, que no se sienten intimidados ante un despliegue de perfección artificiosa y con un tufillo a falsedad imposible de disimular. Desconfío por sistema de quienes resumen en cuatro perlas de sabiduría y trescientos mil preceptos lo que los demás tenemos que pensar o hacer para ser felices, pues creo sinceramente que cada uno es el capitán de su propio barco y nadie sabe más de ti que tú mismo.

Y mi última recomendación es que no se generen ilusiones acerca de las reacciones de sus lectores, porque nunca se sabe cómo van a responder, así que quien publica un libro ha de ser consciente de que lo ha hecho porque ha querido, siguiendo sus propias motivaciones, y que ahora es propiedad del que lo lee, que tiene todo el derecho a tratarlo como desee e interpretarlo como le parezca. Y que no se sientan salvadores, ni imaginen que alguien necesita de su consejo y se pierde algo importante por no tenerles en cuenta; así todo lo que reciban se lo tomarán como lo que es: un regalo inmerecido, que les llenará de la más pura satisfacción y el más hondo agradecimiento, como me ha sucedido a mí.


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